Yo fui hecho para amarte
El final de la saga de “Crepúsculo” dejará más que satisfechos a los fans.
La saga Crepúsculo , ya en las cuatro novelas de Stephenie Meyer (igual que con Harry Potter , el último libro se dividió en dos películas para recaudar el doble), plantea una diferencia desde las entrañas, bien sanguínea, con el mito vampírico. Los chupasangres de antaño ahora son galanes adolescentes. Los jóvenes son todos lindos y la trama romántica siempre estuvo por delante de todo. Del despertar sexual, de la relación paterno filial, de los vínculos de la amistad y de la diferencia de clases.
El miedo a lo desconocido siempre estuvo grabado en la saga. Un balance de Crepúsculo nos llevaría a observar cómo el personaje de Bella (Kristen Stewart) fue transmutando desde aquella tímida adolescente a esta mujer que, cuatro películas después le dice a su amado Edward Cullen (Robert Pattinson) lo que él más quería escuchar: “Yo nací para ser vampira”. Y sí, tienen la misma temperatura...
Así, esta Parte 2 de Amanecer es, si se quiere, más de lo mismo -Taylor Lautner, el lobo, debe sacarse la camisa por contrato-, pero con dos segmentos bien diferenciados. Como arranca donde terminó la primera parte, comienza con el reacomodamiento de Bella Swan (que renace como indica su apellido como un cisne, ahora vuelta vampira) descubriendo su velocidad, su fuerza y sus ojitos rojos. La segunda ya nos lleva de lleno al desenlace de la saga que se veía venir: el combate final entre los Cullen y los Volturi.
Con más parsimonia y menos truculencia -aunque haya varias decapitaciones sin sangre-, el director Bill Condon (el de Dioses y monstruos y Amanecer Parte 1 ) narra cómo otros vampiros buenos se acercan y apoyan a Bella y Edward, cuya hija Renesmee crece a pasos agigantados (su carita digital de bebé recuerda a los efectos de Benjamin Button) y, no habiendo sido mordida, es mitad vampira mitad humana. Los Volturi la creen una amenaza para la especie (de inmortales) y de ahí a la secuencia final hay sólo un paso.
A los fans de Crepúsculo poco y nada les puede importar algunos clisés, porque todo final conlleva un frenesí, un entusiasmo sólo comparable con la exacerbación y la exaltación por un equipo de fútbol.
Y como sólo lo conocido es tolerable y seguro, como esboza Aro (Michael Sheen, el líder de los Volturi), en Parte 2 abundan los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, los lobos aullando y, lo que sí es nuevo, las vueltas de tuerca. El combate final sí hace abrir más grandes los ojos, no por la pelea sino por lo que pasa. Hay sorpresas (no para los que leyeron el libro).
“Nadie ha amado a alguien como yo a ti”. Imaginen quién se lo dice a quién. Así como Harry Potter acompañó, película tras película, el crecer de varios chicos hasta su adolescencia, el capítulo final de Crepúsculo encontrará a sus adolescentes contentos y felices. Quédense a ver los créditos. Mejor final no puede tener.