Todo concluye al fin, por fin
Termina la saga Crepúsculo, esa serie de películas que logró cambiar la imagen pública y tradicional del vampiro. Stephenie Meyer, la escritora de los libros en los que se basan los filmes, despojó a los vampiros de sus colmillos y su aura erótica, les cambió la dieta por una casi vegetariana, hizo de la condición de estas criaturas algo más cercano a un superhéroe que a una maldición, y de la inmortalidad algo placentero en lugar de una condena.
En esta entrega, que es la segunda parte del cuarto libro, Bella (Kristen Stewart) descubre sus poderes tras haber sido convertida en vampiro por su amado Edward en el episodio anterior, como única medida para salvar su vida. Todo el clan Cullen está muy feliz, incluso sus tradicionales enemigos, los hombres lobo, con Jacob (Taylor Lautner) a la cabeza comparten esa felicidad que trajo Renesmee, la hija de Bella y Edward (Robert Pattinson). Sin embargo aún hay peligro, ya que los Vulturi, el clan tradicional, creen que la niña es producto de un crimen y deciden eliminar a los Cullen por su supuesta falta.
No hay mucho más en lo que al argumento respecta; en cuanto a las actuaciones, Kristen Stewart no logra -como siempre- imprimirle emoción a su personaje, no importa cuál sea la situación que atraviese. Algo similar sucede con Pattinson, por alguna extraña razón uno de los actores jóvenes más solicitados actualmente. En cuanto a Lautner, es el tercero en discordia menos conmovido de la historia del cine. Incluso la talentosa Dakota Fanning pasa inadvertida. El único que sale airoso es Michael Sheen, que interpreta a Aro, el líder de los Vulturi.
Con momentos dignos de culebrón, situaciones que bordean lo irrisorio, y efectos especiales demasiado burdos, como el uso del sonido para mostrar la fuerza sobrehumana que ahora tiene Bella, y que la imagen no puede transmitir, el único valor de esta película es ser el cierre de esta exitosa y marketinera saga. Lejos quedaron los tiempos de los vampiros sufridos, condenados a la noche y a la eternidad; ahora se imponen estos, seres abúlicos que dan la impresión de haber pasado apenas una mala noche.