La cortina se cae poco después del inicio de la película. Hasta ese momento, podíamos creer que Nikki es un bon vivant en el lugar ideal para darse la buena vida, Los Ángeles. Pero Nikki nos deja ver, muy a su pesar, que a la vida de fiestas y mujeres se accede únicamente actuando de la manera más hipócrita y falsa, que no todo es placer, y que él se vale de su propio cuerpo para sobrevivir en una jungla donde lo único que importa es el estatus social, y a nadie parece importarle nada del otro. Cuando se cae la cortina, y Nikki deja de ser (a los ojos del espectador) un sujeto híper seductor para pasar a ser un pobre tipo, la película revela su interés dramático.
El problema es que Ashton Kutcher es un actor bastante limitado, que no puede salir de su rol de galán y del eterno adolescente que encarnó en la éxitosa serie That 70’s show y en las películas que le sucedieron. Aunque la película empieza siendo una suerte de comedia despreocupada con un vividor que se instala en la casa de la mujer que acaba de conocer y no le importa otra cosa que no sea organizar fiestas y conocer chicas, y rápidamente se muestra como un drama, con el mismo hombre tratando de redimirse apelando a sus sentimientos por primera vez, Kutcher carece de la ductilidad necesaria para pasar de un registro a otro con total naturalidad y verosimilitud.
Para colmo, el aspecto romántico no ayuda demasiado. La historia de amor entre los dos tramposos, los dos adictos a mantener una vida falsa que les provee techo y comida, avanza a los saltos en medio del retrato de Nikki, mientras trata de ver de qué manera puede dejar de ser un mendigo sin volver a colocarse el cartel de “vividor”. Más allá de que hay un interés romántico concreto, y que este se enfrenta a la necesidad de ambos de aferrarse a un buen pasar, la historia romántica se pierde, y el dramatismo que conlleva este aspecto queda anulado, en gran parte por la pobre interpretación de Kutcher, que le quita sustento a todo.
Spread es una interesante pintura del universo de hipocresía y superficialidad de Hollywood Hills, donde los “buscavidas” conviven con los ricos y famosos, y se camuflan entre ellos. Pero esta pintura pierde fuerza al optar por un viraje dramático terriblemente obvio, que se empeña en subrayar las miserias de ese mundo, cuando le bastan pocos trazos para hacernos entender la falsedad que se impone en la búsqueda del estatus social. Y finalmente, el relato se desorienta al intentar esbozar una historia de amor, y al darle al personaje protagónico el rostro de piedra de Kutcher, que le aporta cierta frescura a Nikki mientras este se muestra como un exitoso seductor, pero le pierde pisada al personaje cuando lo vemos intentando sobrevivir en un universo al que no pertenece.