Verosímil inverosímil
Amante accidental es de esas películas que corren el riesgo de ser descartadas sin ser vistas (este año pasó algo similar con Días de ira). Es cierto, una vez vista, podemos descartarla sin culpa. Pero no podemos dejar de hacer notar que más allá de su espantoso segmento final, tiene al menos una hora previa con algunos apuntes interesantes sobre las relaciones de pareja y la necesidad de cumplir con determinados mandatos sociales, más cierta sensibilidad para tratar a sus personajes centrales, hasta corriéndose de algunos lugares comunes.
De principio, un cambio en relación a la última moda de las comedias norteamericanas: en vez de irse de la gran ciudad al interior, como Nueva en la ciudad o ¿Y… dónde están los Morgan?, Amante accidental invierte el gesto. Aquí Sandy (Catherine Zeta-Jones) se muda con sus dos hijos a Nueva York luego de descubrir que su marido la engaña. Hay cierto aspecto social que el director Bart Freundlich explora a partir, sobre todo, de la aparición del joven judío Aram Finklenstein (Justin Bartha) y la relación con sus padres que refuerzan la idea de que esta no es la comedia romántica que uno podía prever.
Pero hay más: la relación entre ambos, que pasan de ser vecinos a que él trabaje para ella, para finalmente ser pareja, se va dando con naturalidad. De hecho, Freundlich olvida tempranamente que está contando una comedia romántica o cualquiera de sus modelos -lo que hacía imposible a su anterior film Parejas- y se ciñe a esos dos personajes con total fluidez. Si ella puede desenvolverse efectivamente en un mundo de hombres -trabaja para un medio especializado en deportes- y él puede ser sensible sin caer en la caricatura, es porque el director y guionista muestra algo de coherencia para el armado de personajes.
Es cierto que todo esto, que está contado en la primera hora del film, carece de la gracia necesaria cuando Freundlich piensa que hace comedia. Amante accidental funciona más y mejor cuando deja a Bartha (el novio desaparecido de ¿Qué pasó ayer?) y a Zeta-Jones solos, sin mayor contexto que el de su progresivo idilio. En ese caso, pareciera que el film sólo funciona si alejamos la historia central de cualquier tipo de registro genérico. Eso deja a las claras que lo que lo hace efectivo es por un lado la construcción de los protagonistas y, segundo, las actuaciones, libres y ligeras de mohines.
Pero, y siempre hay un pero, más temprano que tarde comienzan los problemas. Y estos llegan cuando Amante accidental tiene que elaborar alguna tesis sobre su tema de fondo, que no es otro que la posibilidad real de construir una pareja cuando ambos se llevan 15 años, como en este caso. El film incorpora un elemento de algunas comedias contemporáneas, que es la “cougar”, o para ser más precisos, aquellas mujeres maduras que buscan rehacer sus vidas junto a personas mucho más jóvenes. El caso de Sandy y Aram es uno de ellos: y el film les tira por la cabeza, cuando no se lo esperaban, un embarazo que hará mella en ambos.
Así las cosas, Amante accidental se acuerda sobre su última parte que no sólo las cosas deberían terminar más o menos bien, sino que además se espera de ella una pátina de ñoñería más propia de la comedia romántica que parece representar. La forma en que Freundlich construye el típico alejamiento previo al reenamoramiento de este tipo de películas es uno de los más improbables que se han visto, falta de elegancia, aún aceptando el verosímil de estos relatos. Lo peor, en el fondo, es que encima se pone a decir algunas cosas: por ejemplo que estas parejas funcionan sólo si en el horizonte no aparece ninguna preocupación; también, que para que eso ocurra, es fundamental la experiencia de vida. Y al final termina suscribiendo a las peores recetas de las comedias descartables a las que parecía estar escapándole.