El caso de Amapola es el de aquellos films que incitan a la risa pero que no pretendían hacerlo. Zanetti se toma en serio una película de aspecto visual de cuento de hadas solemne e incoherente, pero el efecto es el contrario al buscado por el director. Es que no hay ni una sola cosa que esté bien en Amapola. Ni una que funcione. Nadie le dijo a Zanetti que en los cuentos de hadas también existe algo que se llama coherencia y/ o verosimilitud dentro del relato.
Ya en los primeros minutos de la película es posible detectar el -intento- de realismo mágico y ver a Amapola como una prima de Un Cuento de Invierno. Como ella, tiene saltos temporales, reconstrucción de época y una serie de situaciones ridículas tomadas seriamente una tras otra sin ningún tipo de criterio narrativo. Ok, sin ningún tipo de criterio a secas.
El desastre es tal que en medio de la lamentable exposición de una historia de ¿amor? entre Amapola (Camilla Belle) y un chongo que llega a las orillas del río, remando y sin remera (después vestirá una camisa leñadora), está Shakesperare dando vueltas con Sueño de una Noche de Verano (para que quede claro que se está hablando de magia y fantasía); y para colmo vemos sucesos histórico-políticos como la muerte de Eva Perón, el golpe de 1962 y la Guerra de Malvinas mostrados de la manera menos ingeniosa de la historia del cine: a través de un televisor. Sí, todos a través de un televisor. Ni hablar de las horribles pestañas postizas de Belle y su delineado hecho por una maquilladora con Parkinson o de las escenas ridículas e innecesarias de transición, las sobreactuaciones o la participación de Geraldine Chaplin en una película de este nivel de grasada. Esos son solo detalles. Ahora, hablemos de una película que costó alrededor de 10 millones de pesos en la que absolutamente todos los actores -argentinos o no- están horrorosamente doblados, con una falta de sincro en los labios que es lastimosa a los ojos, sobre todo en las escenas en las que los personajes cantan ópera.
Una buena película no necesita de una conferencia post proyección que explique cuán buenos son los actores que vimos en pantalla.
Señor Zanetti, haber tenido el privilegio de trabajar con gigantes de la industria cinematográfica no significa ser uno. Estamos ante una narración que divaga, que no tiene claro de qué habla y que carece de un clímax, que no cuenta ningún cuento: un director que afirma haber visto toda la historia del cine en un cineclub debería poder llevar a cabo la tarea de contar un cuento. Pero, ¿qué se puede esperar en pantalla de un director que en la conferencia de prensa -más bizarra aún que la película- afirmó que “Amapola no es una ópera prima, porque una ópera prima la hace alguien de 25”?
Pues Amapola solamente puede verse como una comedia inconsciente y totalmente ridícula de principio a fin, realizada de manera torpe. Sin duda, el peor estreno del año.