En la misma semana, llegaron a la cartelera porteña dos películas del llamado "nuevo cine cordobés". Y las dos con temáticas relativamente similares. Si El tercero aborda con sencillez y convicción el asunto de una sexualidad libre y vinculada sobre todo con el placer a través de una pequeña historia protagonizada por tres hombres, en Amar es bendito también hay un trío, pero aquí se trata de mujeres. Y la diferencia entre ambas no es sólo ésa: la de Liliana Paolinelli es una película mucho más convencional, por momentos desconcertante y cerca del final, decididamente disparatada.
Aquí, el triángulo se arma entre una mujer de mediana edad que no se decide entre su pareja, con la que convive hace siete años, y su amante. Las tres se ven envueltas en una trama bastante bizarra que pendula entre la comedia y el policial, a partir de la aparición de un hombre antipático y machista que pondrá en evidencia tanto las grietas de una relación que entra en una crisis que parece terminal como algunos patrones de conducta que reproducen los peores vicios de la mayor parte de los vínculos amorosos desgastados: caprichos, sumisión, ocultamientos, pequeñas venganzas.
Obligadas a lidiar con textos de notoria artificialidad, las actrices apelan a un registro plagado de subrayados, cercano al que es más habitual en las tiras televisivas, y pilotean como pueden las exigencias de un guión que no se caracteriza por la lógica. Directora de otros dos elogiados largometrajes, Por sus propios ojos (2008) y Lengua materna (2010), Paolinelli apuesta esta vez a un tono que no remite al cine independiente pensado para festivales ni tampoco al de las producciones de la industria. Esa inclinación por la anomalía es probablemente el mayor mérito de una película que, sin embargo, en más de una oportunidad queda presa de una anarquía que la hace trastabillar, perder el rumbo, antes que profundizar en una pretendida indagación en el lenguaje cinematográfico