Un par de cuestiones. “Amar es bendito” empieza bien. Parece teatro filmado pero los diálogos están ajustados, los personajes son verosímiles y queribles. La dinámica de las dos protagonistas contiene una película: el contrapunto de personalidades, el dolor y la alegría bajo un mismo techo, aún cuando se habla de terceros que no están en pantalla. Incluso, por lo despojado de la puesta en escena, el film tiene ecos de drama intimista.
Sin embargo, cuando se introducen otros jugadores este componente se diluye. Las protagonistas son tan adorables que mantienen el relato a flore, pero en el transcurso hay una serie de elementos que no funcionan. Los actores que van apareciendo están más descuidados desde la dirección y no le aportan a “Amar es bendito” el ritmo que la película pretende. Es que una vez que dos nuevos personajes se introducen, se intenta ir hacia las formas de la comedia de enredos, con cruces constantes entre los jugadores. Pero se trata de una repetición de encuentros que francamente termina por cansar.
En este punto, si la película de veras no pretendía ser cómica, tampoco llega a convencer el elemento dramático porque se pierde la verosimilitud. Desde el lugar de la realidad, las decisiones de los personajes dejan de ser creíbles o enteramente justificables, los diálogos se revelan como menos trabajados. Entonces, ¿qué queda? Al no estar claro un centro dramático que se diluyó, uno quisiera refugiarse en la comedia, pero los elementos no se disponen. Y la puesta, demasiado realista quizá, tampoco hace más comprensible la posibilidad de que el film esté intentando, previa decisión tomada, dirigirse hacia el completo disparate.