El amor y el desencanto
Si bien se trata de películas distintas puede establecerse un nexo conceptual entre el segundo opus de la realizadora Liliana Paolinelli, Lengua materna (2010) y este tercer largometraje también protagonizado por las actrices Claudia Cantero y Mara Santucho, Amar es bendito porque a la conflictiva de la aceptación de la mirada ante una relación lésbica, que era el eje dramático de la segunda película, ahora se le superpone el desgaste de la convivencia de la pareja y las relaciones tóxicas que giran alrededor cuando no se puede romper un vínculo amoroso.
El titulo que puede reinterpretarse desde un punto de vista irónico remite a todo lo contrario para el desarrollo de una trama que adopta cambios de registro abruptos y constantes como parte de un juego que la propia Paolinelli parece establecer con el espectador y en el que se subvierten a veces estereotipos en un relato por momentos anárquico, con altibajos, pero en el que se deja abierta la puerta a la reflexión sobre lo que acontece en pantalla y el efecto que eso pueda provocar en cada espectador.
No estamos en presencia de lo que podría encasillarse apresuradamente como cine lésbico a pesar de que las protagonistas sean en definitiva dos lesbianas, Mecha y Ofelia, quienes apuestan a las relaciones casuales y al intercambio sexual con una tercera Ana Laura –Carolina Solari, amante de Mecha- y un hombre –Carlos Possentini, amante de Ofelia- porque los planteos exceden cuestiones de género, o no se limitan a los códigos de ese tipo de cine por lo general en la doble dirección de la culpa y la redención.
Tal vez lo que a esta altura ya debería considerarse, superado el prejuicio de cierta mirada conservadora (como le ocurre a Claudia Lapacó en Lengua materna), como parte de una naturaleza diferente y singular pareciera que en el film de Paolinelli formara parte no de lo natural sino del artificio, algo así como un metadiscurso expuesto en la propia película que le juega en contra.
Amar es bendito por momentos adopta un tono de teatralidad que se enfatiza quizás improductivamente en un guión que las actrices Claudia Cantero y Mara Santucho respetan a rajatabla y eso le resta dramaticidad además de generar interferencias con la apuesta a lo espontáneo con algunos diálogos que si bien son atractivos desde las palabras desentonan en ese contrapunto entre la coloquialidad y la altisonancia.
Por un lado, el tercer largometraje de la directora cordobesa rompe moldes y estructuras establecidas para construir desde una mirada no complaciente del amor, intuitiva y entregada a los humores de sus actrices, un derrotero distinto para sus protagonistas, Mecha y Ofelia, pero por otro al avanzar en un terreno un tanto ambiguo, donde la incerteza domina la acción y el deseo explota, condiciona de cierta manera la chance de tomar una dirección que encause la historia para trascender la anécdota y así quedarse a medio camino entre la reflexión crítica de los convencionalismos y la transgresión de las formas cinematográficas.