África mía Lo que podría haber sido el simple bakstage de una película más se convierte en un diario de viaje por el continente africano. El siempre inquieto Paulo Pécora utiliza la excusa de un rodaje en tierras extrañas para retratar lugares y hábitos culturales muy diferentes a los nuestros. La historia de Amasekenalo (2015) comienza a mediados de 2013 cuando el director argentino Pablo César y un equipo reducido de técnicos y actores viajan a Angola para filmar escenas de Los Dioses de Agua (2014). El periodista y cineasta Paulo Pécora es convocado para filmar un making off del rodaje, pero para el arriesgado director ésta será solo la excusa para dar origen a una película dentro de otra. El making off será lo que dará origen a un relato sobre un grupo de argentinos en tierras desconocidas. Así como en El escarabajo de oro (2014) Alejo Moguillansky y Fia-Stina Sandlund narraban ficcionalmente el derrotero de un cineasta y su equipo técnico durante un rodaje, a la vez que recorrían la Mesopotamia argentina, Pécora documenta –aunque por momentos bien podría ser una ficción ante la cantidad de situaciones insólitas a las que deben enfrentarse- el rodaje de la película en Angola y Etiopía. Esa observación voyeur, omnipresente, le servirá para trazar un mapa sobre el espacio, los comportamientos sociales, los hechos históricos relevantes, el contexto sociopolítico y la tradición cultural. Con el estilo narrativo personal que lo caracteriza, Pécora traslada al espectador hacia las lejanas tierras del África en un viaje iniciático y aventurero con mucho por descubrir.
Hacer una película, sin importar su magnitud, de por sí es toda una empresa. Y más cuando se rueda en territorios lejanos y diferentes. El detrás de cámara de Apocalpyse Now (1979) es un caso legendario (y extremo) de una iniciativa de esas características. Estrenada en 2015, Los Dioses de Agua es una de las películas que Pablo César suele realizar en el continente africano. En este caso, Angola, lo que significó la primera coproducción entre Argentina y ese país. El documental Amasekenalo, de Paulo Pécora, funciona como un diario de rodaje de esta inusual producción, tanto por el paraje donde de llevó a cabo el rodaje como por ser una de las últimas películas filmadas en 35 milimetros. La cámara sigue a César y a su equipo desde su llegada a tierras angoleñas y se extiende a la búsqueda de locaciones, la visita a programas de televisión, los ensayos, el traslado de equipos, las sorpresas, las dificultades, “Acción”, “Corte”… Si bien hay algunas entrevistas a integrantes de Los Dioses…, como el actor Juan Palomino, Pécora evita caer en el típico backstage y se encarga de mostrar la relación entre dos culturas muy distintas, unidas por el cine, y también una geografía fascinante, poco o nada familiar para los argentinos. El choque de culturas es habitual en la filmografía del director: sus largometrajes El Sueño del Perro (2008) y Marea Baja (2013) presentan a personajes de la ciudad que llegan a un ámbito alejado del mundo conocido, lo que les permite vivir una nueva clase de experiencia. Amasekenalo es un muy interesante y valioso documento del rodaje de una película, que a su vez funciona como una excusa para adentrarse en una parte del mundo poco vistas por estos lados.
LOS EXTRAS DEL DVD En 2015, Pablo César estrenó Los dioses del agua, una película que -como siempre en el director- goza de esos momentos en los que el ridículo no es consciente de su existencia y todo avanza sin importar demasiado el qué dirán. Y si bien uno puede valorar esa actitud de seguir a pesar del murmullo, en algún momento la honestidad intelectual nos exige el rigor con el que toda obra de arte debe ser juzgada: la indulgencia no es un lugar desde el cual analizar. Ahora, un par de años después, nos llega Amasekenalo, que funciona como un diario de rodaje de aquella producción, realizado por Paulo Pécora. Producción que, hay que decir, tenía sus particularidades por ser la primera que Argentina realizó en sociedad con Angola. El diario de rodaje o backstage tiene su valor en el cine, especialmente cuando la película que habilita ese detrás de escena alcanza valores míticos. El de Apocalipsis now! es uno de esos casos emblemáticos y no hay que ser demasiado entendido para vislumbrar que Los dioses del agua no alcanza ese estatus. Por eso que este documental de Pécora tiene su mínimo valor en la posibilidad de conocer otra cultura, una sociedad inescrutable de otra forma, a través del lente del director. Si bien la cámara captura momentos de ensayos, el trabajo del equipo técnico, el rodaje en escenarios naturales difíciles, la complejidad del encuentro entre personas que no hablan la misma lengua, reiteradamente el plano se desvía y posa su mirada en detalles que van desde insectos y demás especies que pueblan el lugar, hasta la fascinación de los lugareños por enfrentarse a eso que llamamos cine. Esa cámara que escruta es lo más atractivo y lo que justifica el voyeurismo del backstage. Pero los inconvenientes de Amasekenalo para convertirse en algo de real interés parten desde su mismo origen: la película de César no es un objeto particularmente fascinante, por lo que su rodaje nos genera poquísima curiosidad. Y tampoco el film logra profundizar en cuestiones culturales o en registrar de manera tangible lo violento de la invasión del rodaje cinematográfico en esas aldeas de Angola. Apenas las complejidades de un viaje en avión producen la tensión necesaria para crispar tanta amistosa fraternidad entre argentinos y angoleños. Y no es que uno busque forzadamente el conflicto, pero lo cierto es que así como está, el documental de Pécora podría ser un buen acompañante para el dvd de Los dioses del agua y no mucho más.