Preguntarse sobre la imagen a partir del siglo XX es preguntarse por la imagen cinematográfica, ya que el séptimo arte se ha encargado desde sus inicios de cuestionar la propia representación de la realidad. ¿Cuánto de ella hay en una imagen y cuánto de artificio? Se pueden plantear gran cantidad de interrogantes, pero lo que hace Sebastián Perillo en su ópera prima es indagar sobre la fascinación por la representación y la confianza que puede depositarse en ella.
El director y co-guionista del film elige como protagonista a Martín, muy bien interpretado por Esteban Lamothe, quien no casualmente trabaja en la televisión como parte de un equipo de producción. Esta decisión se convierte en un gran punto de partida para explicar la fascinación del personaje central con una mujer a la cual descubre a través de un video pornográfico. Ella, Isabel, pronto entra a la vida de Martín. No obstante, comenzamos a conocerla a través de la mirada de un hombre que empieza a espiarla. ¿Conocida temática? Claro, Sebastián Perillo disfraza su obra de un homenaje explícito al cine y más que nada al maestro del voyeurismo y suspense cinematográfico, el legendario Alfred Hitchcock.
Es inevitable no encontrar las referencias a Vertigo, explícitas pero sin caer en una parodia o exageración. Por el contrario, el film se desenvuelve con su propio sello a pesar de las licencias que el director se tome con respecto a la trama, que aluden de forma clara a los relatos hitchcockianos. Esta libertad es la marca de un quiebre, el pasaje de un trabajo intenso con los interrogantes de la imagen, con un gran clima de suspenso, a una trama que rumbea para convertirse en un thriller policial, inverosímil e ilógico. Esta dirección adquirida se caracteriza más por resolver un conflicto forzado y sus revelaciones.
A partir de esta trama comienza a aflorar una estilización de la imagen dada por la iluminación y los ángulos de cámara que se amalgaman adecuadamente, pensando en que la idea del film es interrogarse sobre la imagen. Sin embargo, es cuando el propio conflicto comienza a supeditarse a esta estilización que la narración revela sus injustificaciones, cabos sueltos y estereotipos de personajes que impiden el desarrollo fluido. La actividad logra un cometido tan inteligente como poco común en narraciones clásicas, que es sacar al espectador de su estado de comodidad y pasividad para que el mismo reaccione a lo que está en pantalla.
Probablemente la clave de lo que le sucede al espectador se deba al suceso que origina el quiebre que parte en dos al film. Decisión arriesgada que somete al público a quedarse sin objeto de identificación, pero que a la vez refería a lo más interesante del film que el director no logra reemplazar.
Un relato poco común encontramos en Amateur, lleno de preguntas y perversión de la imagen que demuestra que el cine no es solo un relato natural. Por esto, que el concepto se diluya en la mitad intensificando un policial común y corriente, es una verdadera lástima. Muy a pesar de todo, Perillo se las ingenia para que el policial no resulte del todo frustrante. El film es la expresión de un director que declara que es posible dibujar sobre la ilusión a la que el cine nos somete.