Amateur

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Al cine amateur con ingenio y buen humor

Una delicia. Este documental, breve, ingenioso, de buen humor, es sencillamente una delicia. Afrontó sus riesgos, porque empieza de forma tan regocijante que el resto podía quedarse apocado, pero por suerte tiene su brillo. Y el cuerpo principal de la obra tiene un solo personaje muy fuerte, encima es prácticamente el único que habla, con lo que la obra arriesgaba sonar monocorde, pero, de nuevo por suerte, el personaje es de lo más variado. Y luego está ese asunto de los dos o tres finales, cuando la película cierra de modo perfecto, con calce justo, pero sigue, lo bueno es que el siguiente final también es muy lindo, pero sigue, y el colofón también es muy lindo, y ahí uno ve que el problema no es solo del director, sino de uno mismo: estamos enamorados de la alegría de vivir que nos transmite el personaje.

Esto empieza con un prólogo humorístico sobre aquellos seres pintorescos que allá por los 70 registraban todos los acontecimientos familiares con la camarita S8, antecesores de quienes hoy hacen lo mismo con la camarita de video, con las mismas torpezas, insistencias, e ingenuidades. La cosa se concentra luego en uno de los Días de las Películas Familiares que organiza el Museo del Cine en el Rojas, donde va la gente con los rollitos de S8 encontrados en alguna caja amontonada, a reírse y enternecerse con los pequeños tesoros redescubiertos. Ahí aparece nuestro héroe.

El hizo algo más que los otros: él hizo películas de acción, en especial un western a la manera de los western-spaguetti. E hizo algo más: la remake, con mayores conocimientos. Y ahora quiere hacer una tercera versión, con sus compañeros de entonces o con sus vecinos, proveedores y pacientes, porque es odontólogo. Y también, con el mismo entusiasmo, con igual alegría, es jefe scout, comentarista radial, cinéfilo, coleccionista de lo más variado, cazador, campeón de tiro al blanco, novelista (mirando la pantalla hizo hábilmente la versión literaria de un film policial suyo), etc., etc., amén de impulsor de un proyecto de protección del ombú que aparece en «El camino del gaucho» (The Way of the Gaucho, 1952), cuyo rodaje presenció cuando niño.

Jorge Mario, se llama este señor concordiense ya de 70 cumplidos, que, como se decía antes, «juega a las películas», y es como un niño grande, o como el hombre grande que los niños miran con admiración y recuerdan cada tanto cuando crecen y pierden los sueños. El no los pierde, los concreta como mejor le permiten sus recursos, y así los ama y nos transmite su amor. Y Nicolás Frenkel se llama el autor de este documental, que recibió todo lo que el otro transmite, y supo depositarlo ante nosotros. Algo más: lo acompaña. Es muy lindo cómo le pone música de western a sus andanzas por el barrio, o capta el plano con que Mario rinde homenaje a la película que vio en su infancia. Y de la parte final, no digamos nada, hay que verla (y hay que ver, también, la mirada de la esposa del cineasta amateur, tan parecida a la de muchas maternales esposas de profesionales).

Algunos amargos o políticamente correctos piensan que Frenkel se ríe de su personaje. Será que ellos temen reírse, o que se rían de ellos. Pero esto ya sería tema de discusión, y la película no es para discutir, es para disfrutar.