El realizador Andrew Traucki continúa trabajando en terreno conocido con Amenaza bajo el agua, secuela en espíritu del film de 2007, Agua sangrienta, y prima hermana de El arrecife (2010). En este caso, el cineasta cambia de escenario y de actores, pero es notoria la falta de innovación de una historia en la que hay dos principales enemigos: una cueva sin salida de un bosque de Australia y los cocodrilos que yacen allí.
La pareja de Eric (Luke Mitchell) y Jennifer (Jessica McNamee) le propone a la de sus mejores amigos, Yolanda (Amali Golden) y Viktor (Benjamin Hoetjes), explorar esas cuevas sin contemplar la posibilidad de que exista un peligro dentro de las mismas. Cuando ese peligro se hace presente (Traucki no prolonga la llegada del horror, aunque la construcción de personajes sufre en consecuencia) la película se resiente al repetir siempre un mismo mecanismo: el infructuoso intento por salir de ese lugar estrecho que colabora a crear un clima de claustrofobia, el único aspecto logrado del film.
Por otro lado, Amenaza bajo el agua comete el peor error de una narrativa centrada en la supervivencia del hombre al decidir que sus personajes se pasen la mayor parte del tiempo entablando conversaciones triviales (hay un giro digno de una telenovela disonante con la propuesta) o bien metiéndose en el agua para luego salir a los minutos, sin que se genere una sensación de urgencia, la falla más evidente de una película con la que su director se repite a sí mismo y en la que hay demasiados tiempos muertos.