Es una pena que Traucki no prodigue un buen plano de ese animal cautivante y enigmático como el cocodrilo. Un primer plano en los ojos de la criatura o un primerísimo plano sostenido sobre la superficie de su cuerpo en algún pasaje podrían haber ocasionado más terror que ver la inmensidad de su lomo desde un plano en picado aéreo conseguido por un dron. Cuando se prescinde de pensar estéticamente, todo se resuelve por las proezas técnicas del momento y algún que otro efecto especial, cuya eficacia indesmentible apenas disimula la constante resolución mecánica para ilustrar un guion divorciado del cine.