Una plataforma submarina de la compañía minera Kepler ubicada a algo más de 10.000 metros de profundidad colapsa y los pocos sobrevivientes deberán no solo sortear constantes explosiones e inundaciones sino también el ataque de gigantescas criaturas hasta entonces desconocidas que deambulan por las oscuridades del lecho marino.
Ese es el punto de partida de este film concebido con incuestionable profesionalismo desde lo visual (el trabajo con los efectos generados por computadora es impecable), pero que no tiene ningún atributo demasiado ingenioso ni sorprendente de guion ni a la hora de generar tensión. Los personajes son chatos, la empatía es escasa (por no decir nula) y, así, la acción avanza de manera mecánica, previsible y por momentos incluso anodina.
Kristen Stewart -que no viene eligiendo demasiado bien sus últimos papeles y aquí aparece con el pelo rapado y decolorado- interpreta a Norah, una ingeniera mecánica que parece un remedo de la teniente Ripley (la saga de Alien ha sido una clara influencia de Amenaza en lo profundo). Junto a ella intentarán sobrevivir otros personajes como los del francés Vincent Cassel o T.J. Miller (Silicon Valley), al que le tocan todos los parlamentos supuestamente graciosos.
El principal problema del film es que no tiene el mínimo espesor dramático como para ser tomado demasiado en serio ni el desenfado del espíritu clase B que le calzó mejor a películas recientes como, por ejemplo, Megalodón. Así, más allá de los hallazgos estéticos de algunas pocas escenas submarinas, Amenaza en lo profundo se queda siempre en la superficie.