Después del paso en falso que significó Los Ángeles de Charlie, Kristen Stewart insiste en el camino de heroína de acción y vuelve a tropezar. Y no porque su trabajo sea flojo: por el contrario, su actuación es uno de los sostenes que tiene este déjà vu de ciencia ficción en clave de terror llamado Amenaza en lo profundo.
La referencia más evidente -una vez más- es Alien. La intención es que Stewart sea una suerte de reencarnación de la teniente Ripley de Sigourney Weaver: dura pero sin perder la ternura, valiente, con capacidad de liderazgo. Pero aquí la aventura no transcurre en el espacio sino en el fondo del mar. Para los fines cinematográficos, un medio muy parecido: en el agua pareciera no haber gravedad y ahí afuera no se puede estar sin casco, traje y tanque de oxígeno. Con el agregado de que aquí la oscuridad es total.
Stewart es una de los seis sobrevivientes del colapso de una plataforma submarina. Atrapados en las profundidades del océano, su única posibilidad de escape es caminar por el lecho marino, pero algo maligno está esperándolos en las tinieblas. El planteo es clásico: deben llegar del punto A al B, y en el camino irán cayendo soldados.
Los personajes casi no tienen desarrollo dramático, pero ahí están los estereotipos esperables. Como el estoico veterano (Vincent Cassel), el encargado del alivio cómico (T.J. Miller) o la sabihonda que explica todo y a la vez es la más insegura del grupo (Jessica Henwick).
Con un homenaje a H.P. Lovecraft, toques de cine catástrofe y el clásico mensaje ecologista de estos casos (la ilimitada ambición humana es culpable de haber provocado la ira de la naturaleza), la película va cumpliendo con los pasos del manual de guion. Sobresalto tras sobresalto, en la deliberada confusión provocada por la negrura, la cuestión es ver si alguien logrará sobrevivir. Y nada más.