Kristen Stewart en un tour de forcé sub acuático y emocional.
Amenaza en lo Profundo sigue la senda del horror y el suspenso dramático, hoy en día un recorrido bastante frecuente. La cinta está dirigida por William Eubank y protagonizada por Kristen Stewart, quien es fundamental en esta historia acuática. La trama se centra en un grupo de científicos que quedan atrapados en una base submarina en la que trabajan, a causa de un fuerte sismo. La única salida para sobrevivir, es caminar por el suelo marino para llegar a una plataforma en desuso.
Un grupo de seis personas que se va encontrando por azar después de la catástrofe. Desde el momento uno todo es devastación, un mundo oscuro, claustrofóbico, donde parece imposible salir a la superficie. La amenaza latente de estos resabios de un terremoto de por sí traumático, serán solo la entrada para afrontar la verdadera pesadilla.
Son seres que cargan con un pasado más dramático y pesado que los aparatosos trajes que se deben poner para sortear las inclemencias del agua a esas profundidades. Parecen estar destinado a sortear ese mundo sin luz… y así estaremos toda la cinta, tirando golpes hacia el abismo, y la cosa se pondrá más turbia cuando descubramos junto a los personajes, que la verdadera amenaza no es el terremoto, sino unos monstruos marinos míticos que allí habitan.
Si bien aquí la acción no nos da respiro, todo ocurre de modo veloz, y no hay demasiado tiempo para el desarrollo de los personajes, nos encontramos ante una película de climas. Clima angustiante, asfixiante… trágico, los tripulantes han sufrido demasiadas perdidas. Y también está cargada de una gran humanidad, en el sentido que el grupo realmente siente cada una de las muertes, y hacen lo imposible por ayudarse a pesar del apremio de la supervivencia. En este sentido no hay estereotipos maniqueístas.
La principal cuestión de Amenaza en lo Profundo se relaciona con los estados emocionales de los personajes. Esos monstruos internos de la sombra que cargan en sus espaldas, se materializan, y toca enfrentarlos para sentir un poco de alivio y redención, sin importar el precio que se debe pagar. Una especie de horror introspectivo, que gracias a la inyección de acción, se ahorra un discurso demagógico y burdo.