Sobrevivir sin Rocky Balboa Estamos ante la tercera entrega de la franquicia de Adonis Creed, hijo de Apollo y discípulo del propio Rocky Balboa. Centrándose la historia en su personaje, vemos como se retira de su carrera pugilística para dirigir una escuela de boxeo y dedicarle mas tiempo a su familia. Todo parece machar sobre rieles, hasta que se presenta a su puerta Damian Anderson. En un flashback, retornamos al pasado en donde Adonis y Damian eran adolescentes y amigos. Damian tenía un futuro promisorio como boxeador, y Adonis era su fiel ayudante. Ante un hecho desgraciado con un tal León, a Damian lo meten preso… por varios años. Una vez que sale de la cárcel decide ir a buscarlo para pedirle un favor muy especial: quiere que Adonis lo ayude a pelear por el titulo mundial de peso pesado. Quiere concretar su sueño. A pesar de no ser profesional y su edad, Adonis se siente en deuda y le consigue la anhelada pelea. La misma sucede de manera un tanto sucia, Damian gana y saca a relucir todo el rencor acumulado. La única manera de detener este torbellino es en el ring, por lo que Adonis recoge nuevamente los guantes y reta a su antiguo amigo. Es sin dudas un relato clásico, emotivo y deportivo. El culebrón se vislumbra, al igual que la premisa de que todo se logra con humildad, esfuerzo y tesón. Un cliché dinámico que retrata el mundo del boxeo, en donde adrenalina se combina con la pasión y el sudor. Un debut bastante digno de Michael B. Jordan como director, quien intenta mantener viva la franquicia sin la existencia física (y simbólica) de Rocky Balboa.
Un grupo de personas de clase alta se embarcan en un lujoso viaje en yate. La parejita de influencers, modelos. Matrimonios que han adquirido fortuna, otros que la han heredado. Una tripulación dispuesta a satisfacer todos los caprichos a bordo. Un capitán al que poco le importan los mismos... De esto trata la nueva película del sueco Ruben Östlund, quién ganó el Festival de Cine de Cannes por segunda vez. Un yate que de un momento a otro queda naufragando a la deriva, y deja a sus ocupantes varados en una isla (supuestamente desierta), poniéndolos en igualdad de condiciones. Claramente estamos ante una parodia sobre las secuelas del capitalismo. Más allá de la crítica, al sueco se le nota el trazo grueso. La narración linda con el grotesco, una desnudez obvia y apabullante. Una lectura torpe que pretende profundidad, pero termina siendo tan o más frívola que sus protagonistas.
Cine, amor y fortaleza. La última película de Steven Spielberg, es la más íntima de toda su filmografía. Estrechamente ligada a su infancia/adolescencia, a su vida personal. Ambientada a fines de los 50´, la historia sigue los pasos de Sammy Fabelman, hijo de una familia tipo judía que a muy corta edad descubre su pasión por el cine. Es innata su capacidad para construir historias, para sostener la cámara en la mano. Y apoyado por una madre pianista, algo excéntrica (una notable Michelle Williams), y un padre genio en informática (Paul Dano), su sueño comienza a tomar forma. No solo su sueño, sino también su personalidad, porque vivimos diferentes etapas de la vida de Sammy, hasta sus dieciocho años. Atravesado no solo por la imaginación y todo tipo de planos mentales, sino también por una historia familiar difícil y por momentos muy dolorosa. La resiliencia, el esfuerzo y la aceptación lo ayudarán a sobrevivir, a ser quien es y quiere ser. Los Fabelman, es una declaración de amor al cine, en modo de homenaje y también desde lo formal. Dinámica, muy emotiva y con actuaciones superlativas. Una película que afronta lo disfuncional de la manera mas sana posible y transforma el sufrimiento en superación. Empática, humana y con defectos, es una historia para sentarse en la sala y disfrutar. Párrafo aparte, la aparición de David Lynch como John Ford, lo cual habla de la grandeza de Spielberg para rendir tributo a dos grandes. Solo esa escena justifica cada centavo de la entrada al cine.
Diabólica, rebelde y pop. Ojos soñados, cabello prolijo, piel perfecta… Ella es M3GAN, una compañera ideal para los niños, que enseña, contiene emocionalmente y hasta canta pop. Detalle, M3GAN es un robot. Esta es la premisa de la nueva película de la factoría de terror Blumhouse. Una premisa muy visitada en el cine de género, solo basta nombrar a Chucky, sobre todo la última adaptación (la de Lars Klevberg), en la que nuestro juguete maldito deja de ser un objeto poseído para convertirse en una maravilla de la Inteligencia Artificial. Bien podrían ser primos estos dos. Pero volvamos a nuestra robotita rebelde. Sucede un accidente fatal, y Cady (una pequeña de 9 años) queda huérfana, por lo que la derivan bajo la tutela de su tía Gemma. Una especie de genia de la tecnología, que trabaja para una de las compañías de juguetes más famosas a nivel global. Si, M3GAN es un prototipo en el que está trabajando junto a dos compañeros, y para probarla decide vincularla a Cady, a quien no le viene nada mal debido al proceso de duelo doloroso que está atravesando. Diseñada por Gemma para escuchar, observar y aprender mientras se convierte en amiga y protectora del niño al que se relaciona, claro que se le escapa de las manos. M3GAN se descontrola y lentamente comienza a tener su propia autonomía, interpretando las cosas a su modo y sin limites morales a la hora de dañar. Si bien, como señalamos anteriormente, es un tópico ya harto conocido, la película trae una bocanada de aire fresco. El horror y la comedia se fusionan de una manera noble para brindarnos una narración dinámica, en la que nuestra muñecota no se priva de nada. Hay que reconocer que el guion tiene tropezones (hay ciertos vacíos), pero está bien trabajado el contexto emocional de los personajes. La vinculación entre M3GAN y las otras protagonistas es casi orgánica, acertada y oportuna en cuanto a la disposición del relato. Diabólica, divertida, pop y super obsesiva, hay mucho más por explorar en el universo de M3GAN. Franquicia asegurada.
El Camino del Agua (y la resiliencia). Llegó como regalo de Navidad la segunda entrega de Avatar. La película que marcó un antes y un después, cinematográficamente hablando, dado a su innovadora tecnología y por crear un universo eco-místico con seres azulados y evolucionados. Retomando la continuidad de la historia, en una breve elipsis, nuestros avatares favoritos nos relatan como afianzan su historia de amor en Pandora teniendo hijitos y respetando la sagrada tierra. Neytiri junto a Jake Sully viven en comunidad, sumado Spider, un joven humano que se cree Na’vi; nada menos que hijo del coronel Miles Quaritch. Pero humanos modificados genéticamente, deciden invadir nuevamente el continente extraterrestre para cobrar venganza y extraer de las Tulkun, una especie de ballena alien, un elixir que detiene el envejecimiento. Hay razones e intenciones varias para destruir el planeta. Ante el ataque, Sully decide proteger a su familia y se refugia con una de las tribus que pertenecen al agua, quienes habitan en las islas de los extensos mares de Pandora. Ellos, que son de tierra, deberán adaptarse a ese nuevo hábitat y cultura, hasta que se avecinen los temidos enemigos y los deban enfrentar. Así transcurre este extenso espectáculo visual con una estética increíble que se asemeja a la de un video juego. Hay tomas submarinas deslumbrantes, así como las aéreas en las que se destacan las peleas. En relación a la primera entrega, ha mejorado notablemente desde lo narrativo. El relato es más sólido y se centra, sobre todo, en los vínculos. Seres que se aman y se relacionan. Una familia que se adopta y adapta al entorno, asumiendo orgánicamente a la naturaleza. Y que a pesar de los problemas que deben sortear, se afianzan cada vez más. Un drama de acción sumergido en un universo mágico y fluorescente.
Rapto feroz. El automóvil marcha por la ruta, mientras Will Spann (Gerard Butler) conversa con su esposa, Lisa (Jaimie Alexander). Los gestos de dolor en su rostro son inevitables. La charla es amable, con algún que otro reproche por medio. Él la está llevando a casa de sus padres porque Lisa está confundida y decidió pasar un tiempo sola. Por el contrario, Will está muy seguro de su amor, de su relación. Parada obligatoria una estación de servicio para cargar gasolina y comprar algo. Efectivamente, cuando Lisa vuelve de buscar una bebida, de repente un enorme camión tapa la escena (y las cámaras de vigilancia), y ella desaparece. Gradualmente Will irá perdiendo calma, y comenzará a buscarla, con llamada previa a la policía. Pero Lisa no aparece. ¿Se escapó? Nada parece indicarlo. Ya está avisados los padres de ella, también están investigando los detectives, pero esto para Will no basta. Por lo que decide seguir el rastro de su mujer, de manera poco ortodoxa. Se mueve rápido, recaba pistas, y pronto descubre que tras este secuestro hay metida toda una red de narcotraficantes, con cocinas de drogas incluidas. Residir en medio del bosque, ayuda a la impunidad. Con todos los resabios clase B, Vista por última vez, tiene a un Gerard Butler solido en su actuación. Un hombre en verdad rudo y enamorado. Una historia clásica y popular, con buen ritmo en relación a la acción frenética; y con personajes subrayados: el héroe y los villanos trazo grueso. Algo que ya hemos visto repetidas veces, y aquí no con la mejor factura técnica. Una película chata, que pone el foco en el entretenimiento, también con diálogos a veces inverosímiles y forzados. Pero la convicción y el compromiso de Butler con su Will, hace que estos deslices, por momentos, no se noten. Si eres amante del género, preparate a sudar la camiseta y a enfrentarte a los delincuentes más feroces.
Escapando al trauma. La Doctora Rose Cotter (Sosie Bacon) es una mujer lucida, calma, muy centrada; también una terapeuta abnegada, al punto de sobrepasarse horas en el hospital. Están sus pacientes permanentes, y también atiende guardias. Un día, recibe a una joven aterrada al borde del colapso nervioso; por más que intenta detenerla, en esa habitación ocurre un hecho espantoso, ante sus ojos. Un hecho traumático que cambiará la vida de Rose. Gradualmente, y por carácter transitivo, nuestra doctora comenzará a experimentar los mismos “síntomas” que su paciente; al punto de desestabilizarse emocionalmente. Tiene ¿visiones? siniestras; se siente acechada por una energía oscura que se materializa en una sonrisa macabra. Aparte de ella arrastrar un trauma de su niñez, que aun no tiene superado. Por supuesto que su profesión, es una forma de sanar tanto dolor del pasado. Sonríe, y no de manera feliz precisamente, no solo es una película de terror psicológico que genera un clima acorde al estado mental perturbado de la protagonista; también es un drama y un policial. Sufrimos con una Rose, con su dura historia. Así como a través de un relato consistente, tratamos de buscar una respuesta (o salida) a esta pesadilla. Hay climas, hay susto, hay empatía… más allá de un argumento ya harto conocido (quizá previsible), la película despega también gracias a la sólida actuación de Sosie Bacon, quien otorga asertividad a la historia; que nos hace creer que esas sonrisas forzadas, caricaturescas, inmotivadas, son el germen de una gran maldad.
Rebelde y siniestra. Precuela de la película que data de 2009, aquí Esther, la pobre huerfanita, vuelve a sus andanzas. En esa época, nuestra niña (Isabelle Fuhrman), era adoptada por una familia tipo y a medida que se sucedían hechos macabros, en determinado momento acontecía una gran revelación con respecto a su edad. Era en realidad una adulta siniestra con ambiciones personales que inmiscuían el enamoramiento y el dinero. Ahora la historia retoma los orígenes de Esther, cómo llegó esta mujer con enanismo a hacerse pasar por una niña. Cómo ideó su plan de escape a Estados Unidos. Resulta ser, que nuestra protagonista era paciente psiquiátrica en un centro de salud, en Estonia. En una fuga escandalosa, Lena (su verdadero nombre), roba la identidad de Esther, una niña desaparecida, y retorna a América con su supuesta familia. El padre parece de lo más receptivo con este reencuentro, no obstante, la madre y el hermano están un tanto renuentes ante su inminente aparición. Hacia el final del film nos daremos cuenta porqué. La Huérfana: El origen, tiene un inconveniente de entrada: el factor sorpresa ya está revelado, por lo que hay que estructurar algo muy sólido para completar este cuentito siniestro. Además de los efectos digitales que le aplican a Fuhrman (ahora 13 años mayor) para que siga pareciendo una nena. Realmente hay que hacer un esfuerzo para entrar en sintonía. Por otra parte, la película tiene buenas intenciones cuando decide auto parodiarse, pero no siempre lo logra. Esta autoconciencia por momentos se licúa, y la historia vuelve a ponerse seria lindando con lo grotesco. Lo más destacable es el duelo de villanas (en esta secuela hay pocas víctimas), entre Tricia (Julia Stiles) y Esther; y la posibilidad que nos otorga el director de sentir empatía por una de las psicópatas más famosas del cine. Una narración con altibajos que no logra la efectividad deseada.
Oscura utopía. Bienvenidos a Victoria, una comunidad ideal que parece sacada de los años 50´, construida en medio del abrasador desierto de California. Aquí viven Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles), una pareja perfecta, con una casa perfecta y amigos perfectos; además del hecho que hay mucha pasión entre ellos. Las escenas de sexo no se hacen esperar. Durante el día, Jack, quien es ingeniero, junto a los demás maridos van a trabajar en un misterioso proyecto dirigido por el carismático gurú de Victoria, Frank (Chris Pine); mientras las esposas chismotean en sus piscinas soñadas, hacen compras, limpian la casa y participan de las clases de ballet dirigidas por la esposa trofeo de Frank (Gemma Chan). Pero no todo lo que reluce es oro, y cuando una de las esposas comienza a comportarse de manera errática y a realizar preguntas, Alice también comienza a cuestionarse qué hay detrás de proyecto Victoria, y porqué no pueden salir de ese lugar diseñado para ser “felices”. Esto, acompañado de recuerdos intermitentes que vienen a su memoria, y parecen sacados de otra vida. Estamos ante una historia compleja, que involucra una realidad montada desde un solo punto de vista, tal como la alegoría de la caverna de Platón. Simbólicamente, se podría ligar a la opresión social que por cientos de años resistió la mujer. Por supuesto que aquí hay algo de eso, del despertar de esa mujer sumisa y anestesiada; que indaga, que averigua que hay más allá de ese conocimiento patriarcal predominante, en este caso el edén de Victoria. Desde lo formal la estética es impecable, así como la actuación de Pugh, que sostiene todo el relato. Un Harry Styles correcto, sumada la química de la pareja en pantalla, bien acompañan una historia en la se combinan una tensión constante y varios géneros narrativos como la comedia, el thriller psicológico y la ciencia ficción.
Te amo, te odio, dame más… Más allá de que la premisa de este film sea un tanto cliché, es innegable la química en pantalla de dos estrellas como Julia Roberts y George Clooney (ya probada anteriormente en La Gran Estafa). Nuestros popes aquí interpretan Georgia y David, una pareja que está separada hace años, que tienen una hija en común, y aparentemente se llevan a los tiros (figuradamente hablando). La vida los vuelve a reunir, y por un tiempo largo, cuando se enteran que su hija (recién graduada), se enamora a primera vista de un hombre en Bali. La cosa no queda aquí, porque la joven decide casarse. La ex pareja viajará con la intención de detener la boda, la cual creen que es un error. Piensan que ella desperdiciará su vida en ese lugar de ensueño, tirando por la borda su flamante carrera de abogada. Pasaje al Paraíso es una comedia fresca y dinámica. Por supuesto que el atractivo reside en este dream team actoral, que es capaz de sostener y hacer encantadora una historia remanida y sentimentaloide. La diferencia generacional es el eje del relato y prevalece en el relato todo el tiempo. Es así que surgen chistes ácidos y divertidos, sobre todo cuando el ex matrimonio intercambia diálogos. Es una película que da lo que promete en su edulcorado tráiler (también hay momentos para la elocuencia y el drama); y si, están todas las vueltas de tuercas previsibles que puede tener una comedia romántica clásica, pero no por esto deja de ser divertida y afable.