El terror, o incluso el suspenso, funcionan mejor cuando hay una premisa simple, clara, y personajes identificables con objetivos concretos. Esto es cierto desde el slasher ausente de toda pretensión hasta en una trama de suspenso hitchcockiana, donde por simple que fuera la historia, el diseño de su acción fílmica es lo que la hacía una genialidad. Ahora bien, este es un adjetivo que difícilmente aplica para Amenaza en lo Profundo y William Eubank no es, por ningún alargue de la imaginación, un Alfred Hitchcock. Lo que esta película deja es un argumento a favor de lo tremendamente sencillo. Una sencillez en el planteamiento narrativo prácticamente reminiscente de los años 90, y es esa austeridad lo que contribuye a sus valores de entretenimiento.
Cuando uno mira a un abismo
Aunque las referencias a otros films de premisas similares son evidentes (Alienmayoritariamente, con una pizquita de El Abismo), lo que se le tiene que reconocer a Amenaza en lo Profundo es ser una película entretenida. Este no es un adjetivo que esta crítica arroja gratuitamente, ya que el ritmo vertiginoso del film no frena ni por un minuto. La amenaza de muerte que se cierne sobre los personajes es constante, ya sea en la forma de alienígenas submarinos, estructuras en pésimo estado y sendas implosiones, muchas de ellas humanas, literalmente hablando, con todo el gore que ello implica.
Desde luego, hay pequeños momentos donde podemos contemplar la historia previa de cada personaje y su postura ante ciertos cursos de acción. Muchas veces es a través del dialogo, pero tantas otras son a través de acciones físicas que lo comunican mucho mejor y de forma más contundente que cualquier palabra. Detalles pequeños como salvarle la vida a una araña o aferrarse a un conejo de peluche, que llega a adquirir principios totémicos.
Visualmente hablando, el director William Eubank es quien contribuye a mantener gran parte de la tensión gracias a un estilizado trabajo de cámara y paciente montaje; sabe valerse del balance entre luces y sombras, al igual que sabe cuándo manifestar la claustrofobia incluso en encuadres muy amplios, sensación que se acrecenta si le sumamos que tiene un deliberadamente laberíntico diseño de producción.
Es para destacar cómo el agua es retratada en el film. En los interiores las tonalidades de azul sobre el acero y concreto son constantes, como si los personajes estuvieran ahogados incluso dentro del recinto donde se supone están protegidos. No obstante, cuando se aventuran al afuera no hay colores sino una profunda oscuridad, contrastada por el blanco de los trajes submarinos y las luces que nos permiten ver los rostros de quienes los ocupan.
En el costado actoral, Kristen Stewart (Los Ángeles de Charlie, Personal Shopper) se lleva la película al hombro. Es su expresión, no pocas veces más física que facial, la que guía la película. Aunque durante los últimos años ha elegido con mayor inteligencia y riesgo papeles más dramáticos, desde luego independientes, su interpretación de Norah aquí es la prueba de que esa madurez se ha trasladado a piezas de cine de género con gran presupuesto.
La acompañan, no con mucho énfasis pero sí con innegable profesionalismo, Vincent Cassel (Promesas del Este) como el capitán de la plataforma y T.J. Miller (Deadpool), quien aporta una cuota de humor, a menudo demasiado persistente, pero sin llegar a lo insoportable.