Vasitos rojos de cerveza
Luego de cuatro películas de relleno, el elenco original de American Pie (1999) se congrega en su totalidad en American Pie Reunión (American reunion, 2012); una producción que intenta sobrevivir a base de guiños y reiteraciones.
Jim (Jason Biggs) regresa a su pueblo natal de East Great Falls junto a Michelle (Alyson Hannigan) y su pequeño hijo para asistir a su reunión del secundario, organizada por John (John Cho). Después de reunirse con sus antiguos compañeros, la promoción del 00’ entenderá que hay cosas que nunca cambian.
La saga “pie”, trece años después del estreno de la obra inaugural, parece vivenciar los mismos cambios que la audiencia a la cual está destinada. Quizá existió un estudio de marketing, quizá la percepción de los realizadores viró. Los personajes envejecieron a la par de sus seguidores pero se encallaron en la contraparte enervante del crecimiento: La oxidación. La maduración y su indisociable sabiduría brillan por su ausencia y en su reemplazo se acomodan la puerilidad y la idiotez compulsiva. Sí, aquellas cualidades integraban el atractivo de las primeras películas, y no, ninguna de ellas es negativa de por sí. Pero cuando se inmiscuyen en una mixtura insípida con la mera directriz de subrayar la gloria del pasado, el producto resultante está condenado a complacer a los acérrimos desvelados que, en sus desvaríos justificatorios, se aproximan día a día a la más impía irracionalidad. Por fortuna para sus realizadores, ellos somos muchos, por lo que el fracaso económico no debería figurar en su lista de preocupaciones.
En lugar de la admiración o el desprecio, lo que asoma es una vieja incógnita. ¿La reacción debe dirigirse a la producción particular o al género que la contiene? Dentro de sus propiedades, en la comedia ligera siempre reina la predictiblidad. Reconstruyendo viejos argumentos con demagogia, los directores recorren esos trayectos prefijados bajo el rictus indulgente de la crítica. La comedia debe ser cómica pero en estos casos puede no serlo. Es ligera, su rótulo la exculpa.
La evolución del concepto en American Pie Reunión la representa su protagonista, Jim Levinson, quien sin desprenderse de la tarea incansable de auto-humillarse públicamente logra adaptación. Su historia es la de aquel que se lanza con brazos abiertos hacia el matrimonio, la rutina, los barrios residenciales y otros analgésicos primermundistas. En el devenir del personaje se distingue la antítesis de quien era originalmente. El conflicto inicial de la carencia de oportunidades para consumar sus deseos sexuales se convierte en la disolución del apetito y su fortaleza para repeler proposiciones que atentan contra la unidad familiar. American Pie Reunión es una declaración involuntaria sobre el conformismo burgués y la relegación de los anhelos personales para la perpetración de las tradiciones impuestas.
En definitiva, un producto que merece la mínima puntuación posible. Si obtiene un poco más, deben saber, es únicamente por la gloria del pasado.