Habrá que ver y hablar con el resultado puesto para confirmar lo que ya sabemos: Secuelas de productos como “American Pie” tienen su nicho de espectadores-seguidores, se produce con el presupuesto bajísimo y se recauda un mínimo que justifica el uso del celuloide en términos económicos.
“American Pie” (1999) es una comedia en la que un grupo de adolescentes se muere por “verle la cara a Dios”, léase: debutar sexualmente. Todos los diálogos, gags, situaciones, etc. giran en torno a ese código. Es importante contrastar los personajes dentro del mismo grupo, en este caso, siempre pasó por jugar a ver quien es más tonto frente a situaciones con chicas que, a su vez, son más “fáciles” que enganchar a Los Simpsons en TELEFE. Excepto para ellos, claro.
Por eso resulta curioso el hecho de hacer una secuela con protagonistas que siguen igual de lúcidos, pero 13 años más viejos. Es más, uno se pregunta cómo consiguieron casarse. Los chicos vuelven a juntarse para su reunión anual. Charlan como si ninguno de estos encuentros hubieran ocurrido, o ni siquiera haber hablado por teléfono. Pero ahí están. Esperando a que el guionista saque de la galera a alguien que quiere debutar sexualmente, pero si eso no llegara a funcionar siempre tenemos a mano el chiste de uno de ellos elogiando a la madre del otro.
A esta altura debo decirle que el resultado final es simplemente inherente a la legión de fanáticos de la saga, a quienes seguramente no importará ni la continuidad; ni el guión; ni la coherencia narrativa.
Es cierto. Dentro de este contexto tiene algunos momentos más o menos logrados, pero que no están aislados de la repetición a ultranza de una fórmula. Hasta las bandas de sonido de cada una se parecen y sirven como plataforma para lanzar el "tema del momento" de alguna banda de moda. Desde la década del ‘80, todas la generaciones tienen su “Porky's” (1982) ¿Por qué iba a ser una excepción el siglo XXI?