La primera tenía buenos chistes, pero jamás fue una gran película. La segunda mejoraba, porque alguien le encontró la vuelta. Del resto no importa nada. Este cuarto film habla, por fin, de algo que vale la pena: el paso del tiempo, el cambio, la vida en general. Lo hace con mucho humor, pero sobre todo lo hace con actores que han madurado como tales y comprenden muy bien las criaturas que han generado. Más allá del chiste sexual, de la fiesta, de la relación entre la vida familiar y la eterna adolescencia, una película más melancólica de lo que parece.