Melancolía Americana
Ni American Pie: el reencuentro, y ninguna de las anteriores entregas de la saga han sido grandes películas. En general han sido divertidas, pero siempre han apelado a la corrección política y es paradigmático cómo hacia el final de cada entrega triunfan el conservadurismo y las “buenas costumbres”. Incluso un rasgo fundamental en toda esta serie de films es que se coloca a los personajes en situaciones críticas donde todo está por salir mal, y sin embargo nunca nada sale mal del todo. Sólo en la superficie los personajes son derrotados, ya que al final siempre aparece el velo de esperanza burguesa biempensante y terminamos todos felices. En esta última entrega todo lo anteriormente dicho merodea por allí, sin embargo contiene algunos aciertos que la hacen más atractiva e interesante.
En 1999 American Pie se convirtió el paradigma de las teen movies, se la publicitaba como la más zarpada comedia adolescente (todavía no existían Supercool o las más reciente Proyecto X), el público la aceptó y fue un éxito de taquilla. Sus personajes se volvieron iconos, todos recordaban las ridículas acciones que cometía Jim Levenstein (Jason Biggs) para tener sexo por primera vez. Ahora en 2012 los que éramos adolescentes en aquella época estamos desengañados del mundo y para suerte y consuelo de nosotros, a los personajes de American Pie les pasó lo mismo. Es que el gran acierto de los directores Jon Hurwitz y Hayden Schlossber, es darle de autoconciencia a la saga, haciendo que los protagonistas revisen su pasado y vean que aunque algunas idioteces se repitan, ya nada es lo mismo y que muchas cosas ya no se recuperarán. Esto le da otra dimensión a los personajes, más viejos, cansados, melancólicos, y aceptando que ya deben abandonar algunos sueños. Mientras se nos cuenta todo esto volveremos a ver la misma estructura que los anteriores films, es decir todo transcurre en la previa y durante tres fiestas, donde veremos viejos romances truncos que se reavivan, gente que sorprendentemente (o no) aceptó su condición sexual, chistes sexuales y escatológicos, varias conversaciones incomodas de Jim con su padre (interpretado por Eugene Levy), alusiones al video de Jim eyaculando precozmente y todos aquellos elementos que forman parte del imaginario de los que vieron la película hace diez años.
Además de continuar la historia de Jim y Michelle (la querida Alyson Hannigan), que siempre ha sido la más relevante e interesante, en American Pie: el reencuentro se reinventa al personaje de Stifler (Seann William Scott). Ser inoportuno, muchas veces insoportable pero también muy maltratado, aquí se convierte en catalizador y movilizador de situaciones. Sus chistes y participaciones están bien dosificados y son muy divertidas. Stifler le da el toque guarango y desquiciado al film cuando este empieza a decaer, y termina reivindicado con justicia ya que gran parte del atractivo de American Pie es este personaje. Y por si fuera poco Hurwitz y Schlossberg le dan la posibilidad de vengarse de Finch (Eddie Kaye Thomas).
En suma, American Pie: el reencuentro continúa y homenajea una saga irregular que ha tenido mucha suerte con el público. Pero además se da la posibilidad de reflexionar junto a Jim y compañía sobre sí mismos y sobre del paso del tiempo con mucho sentido del humor.