Lejos del paraíso
Lejos del melodrama serio pero sin caer en una liviandad estúpida, Amrrika, de la directora Cherien Dabis expone a partir del punto de vista de los inmigrantes la problemática y la estigmatización de la comunidad árabe en el supuesto país donde la tolerancia y la democracia forman parte de la cultura: Los Estados Unidos de Norteamérica.
Esa tierra de oportunidades donde reina el capitalismo más salvaje es vista desde cualquier parte del mundo como un paraíso, aún en estos tiempos tan distantes de aquellos años en que se hablaba del american way of life.
Sin embargo, para Muna (Nisreen Faour) y su hijo Fadi (Melkar Muallem), cansados de la prepotencia israelí en la frontera con Cisjordania y en el caso de Muna del fracaso matrimonial, Estados Unidos significa una chance para vivir mejor y tranquilos. No obstante, llegados a la tierra del tío Sam para vivir de prestado en la casa de su hermana Raghda (Hiam Abbass)-ya radicada con esposo médico y dos hijas completamente americanizadas- ambos comienzan a experimentar el racismo a cuentagotas desde los ámbitos más comunes como la escuela o un trabajo temporario, el único que la protagonista podrá conseguir.
En ese lugar de la cotidianidad; del día a día de un inmigrante árabe que debe vivir con la contradicción del desarraigo y la necesidad de conservar su identidad, se nutre el guión de este film de tono liviano, que en su afán de no dramatizar demasiado la situación bucea por diferentes tópicos desde lo anecdótico, sin caer en un manifiesto contra la xenofobia o una lección moral de cómo se debe integrar a una persona de otra cultura.