Amerrika

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

Tierra de promesas

La inmigración ininterrumpida es un fenómeno de nuestro tiempo. Los nómades de la globalización son un síntoma de una dinámica política y económica mundial. Filmes como Visita inesperada, Welcome, Río helado, La blessure, Bolivia son algunos títulos emblemáticos con variaciones específicas. Amerrika pertenece a este rubro, pero inicialmente el objetivo es otro: mostrar la injusticia cotidiana que viven los palestinos en el Estado de Israel.

Muna es una empleada bancaria en Cisjordania. Es divorciada, tiene un hijo adolescente y su madre vive con ella. Su economía es holgada, pero su condición de minoría le impone un límite. Los planos generales sobre el muro, los checkpoints, la violencia callejera plasman una humillación sistemática, incluso para alguien como Muna, cuya pertenencia de clase implica cierto bienestar. Aun así, no hay esperanza para los palestinos, excepto si, al menos así se sugiere aquí, una vieja solicitud de Green Card para emigrar a EE.UU. llega por correo anunciando la bienvenida a la tierra de las promesas. Ser casi esclavos en su propia tierra o devenir turistas, ése es el dilema.

Pero no es una fecha entre otras para ser turista o residente. Es marzo del 2003, y la llegada de Muna con su hijo a Illinois coincide con la invasión de EE.UU. a Irak. La aduana estadounidense no es menos paranoica y fascista que la israelí. La revisación exhaustiva no sólo se llevará los pepinos de la valija sino también otros objetos más preciados, aunque Muna tiene suerte, pues su hermana y su marido, radicados en la nación de Disney y Hollywood, poseen un estándar de vida más que aceptable. El resto es previsible: la adaptación laboral, educativa, lingüística, vincular, en un clima cultural poco amigable. Para el americano inculto (una gran mayoría) los árabes son todos iguales y, por ende, potencialmente terroristas.

El humanismo cándido permea el relato; la única declaración política explícita pasa por responder a un oficial de migraciones: "¿Ocupación? Hace 40 años". Pero la sutileza no es precisamente el fuerte de esta ópera prima de Cherien Dabis premiada en Cannes por FIPRESCI: los subrayados son evidentes (la influencia árabe en el lenguaje, la intolerancia norteamericana, el devenir multicultural de EE.UU), matizados por un buen elenco y un trabajo de registro correcto.

Quizás por el carácter secular de la familia de Manu, la relación "amistosa" entre ella y un profesor judío (de su hijo) es la mayor provocación del filme. El plano general que cierra Amerrika es la consolidación discreta pero legítima de una utopía que, a gran escala y con mayor peso político, el escritor palestino Edward Said y el músico Daniel Barenboim supieron orquestar. La paz late en el mestizaje, allí en donde el Otro deviene en un próximo, en un vecino.