Sólo un poco de sexo liviano
La comparación con Amigos con derechos (No Strings Attached, 2010) se leerá aquí y en cuanta crítica dispuesta abordar las vicisitudes que plantea Amigos con beneficio (Friends with benefits, 2011) se escriba.
Lógico, sobre todo cuando las dos traducciones del título son prácticamente iguales, las protagonistas fueron anverso y reverso en El Cisne Negro (Black Swan, 2010) y la matriz en la que se moldean ambos proyectos es la misma: la delgada línea –que de tan delgada para muchos es inexistente- entre la amistad entre el hombre y la mujer, ésta como un ser de carácter fuerte e imponedor, la posibilidad del sexo casual, el temor al compromiso. Pero como el cine se hace de pequeñas diferencias, allí están las pequeñas pero sustanciales que hacen de la primera una película bastante superior a la segunda.
Jaime (Mila Kunis) es una cazadora de talentos empresariales que vislumbra en el bloggero Dylan (Justin Timberlake) el hálito de un líder natural para llevar adelante una enorme revista de moda y actualidad. No pasara demasiado tiempo para que ambos, exorbitantemente bellos, inicien una tórrida amistad con derecho a roce.
Lo primero que muestra Amigos con beneficio es que la liberalización y desacralización del sexo iniciada por la subvalorada De amor y otras adicciones (Love and Other Drugs, 2010) y la mencionada Amigos con derechos son características larvales de una tendencia antes que una casualidad del mercado. Tanto aquí como en las otras –sobretodo en el film de Joel Zwick- se vive el sexo con un grado de naturalidad inusitado para las comedias románticas norteamericanas (como cuarto eslabón podría agregarse el film anterior de Will Gluck, Se dice de mi). Quizá sea un lavado de imagen para un género que cayó en desuso a comienzos de la década víctima de la obsolescencia de fórmulas de guión, giro que relega carilindos y conquistas laboriosas cuya premio máximo sea el sexo en pos de la fibra y la química física. El amor, en 2011, es consecuencia del buen sexo y no al revés.
Pero, aquí lo negativo, lo que en Amigos con derechos era lustroso y refulgente precisamente por la cotidianeidad de sus planteos y la enorme disposición de sus protagonistas –en especial Ashton Kutcher- para poner la totalidad de sus cuerpos al servicio de sus personajes, aquí emana olor a hule, a plástico poco maleable, a puro artificio. No necesariamente por la falta de química de sus protagonistas, sino por todo lo contrario: la exhibición constante del lazo. Gluck lastra el film con su empecinamiento en que el espectador crea en aquello que narra, generando un efecto de saturación y falta de fluidez. Así el filme sufre la oscilación entre la búsqueda por la preponderancia sexual de la primera mitad, la cercanía a las reglas más clásicas de las comedias blancas y la búsqueda de un apego más psicológico en las problemáticas relaciones de los protagonistas con sus núcleos familiares.
Película fallida antes que mala, Amigos con beneficio tiene su mayor virtud en la liviandad inicial y la extraordinaria fotogenia de sus protagonistas. Pero termina empantanada por la imposibilidad de creer en la suficiencia de sus armas. Una lástima.