Una historia romántica con los mismos tics de siempre pero con los aparatitos del siglo XXI: el omnipresente celular, las ridículas pero vistosas tablets, los enigmáticos pero imprescindibles ipads y todo tipo de cosas para las que sólo se necesita tener el dedo índice disponible y unas cuantas burbujas de alguna bebida energizante agitando el cerebro (o su remedo).
Una novelita de amor estadounidense, ambientada en la Nueva York post 9/11, o cómo Dylan y Jamie se conocen, se hacen amigos, pretenden tener sexo sin complicaciones y, contra todos sus deseos (?), terminan enamorados, y ¡ay, qué fatalidad!
El viejo tema del chico apuesto que esconde muy bien sus debilidades y la chica atractiva que oculta su corazón dañado, para seguir adelante en un mundo que no tiene contemplaciones con los sentimientos y que tiene una mórbida debilidad por el éxito a cualquier precio.
Todo eso representa en el imaginario universal la vida en Nueva York, un estilo de vida promocionado por los mismos estadounidenses y recreado hasta el cansancio por la industria de Hollywood. “Casualmente”, en este filme, se ironiza un poco con eso, dado que Dylan es nacido y criado en Los Angeles, la cuna del cine, y Jamie, en cambio es una todoterreno de la Gran Manzana.
Son jóvenes y bellos, además de creativos. Ella es una cazatalentos vía Internet y él, justo pasaba por allí promocionando sus habilidades. Ella lo cita y se encuentran en el aeropuerto de NY. Allí empieza una relación, como se ha dicho, burbujeante, que surge como una amistad laboral y luego, sin querer, se convierte en otra cosa. Pero esa parte queda fuera del filme. De modo que los 108 minutos de la película de Will Gluck se dedican a describir las idas y venidas de los chicos entre sus acrobacias sexuales sin sentimiento y sus otras actividades: trabajo, familia, entretenimiento, etc.
Con final feliz
Nada del otro mundo: ella es hija de una madre que se las ingenia para estar siempre ausente y de padre desconocido; él, viene de una familia algo conflictiva, pero que todavía resiste. La madre de ella huye de los compromisos y el padre de él ya sufre los primeros zarpazos del Alzheimer.
Ambos vienen de sendos fracasos amorosos y se hacen compinches y aliados para esta nueva etapa.
Pero... los sentimientos, se sabe, aparecen justo cuando nadie los reclama y le ponen ese tono agridulce aun a las mejores performances eróticas y hacen que ya las cosas empiecen a complicarse, y que algún dolorcito inoportuno aparezca por algún rinconcito de la mente. Después vienen peleas, desplantes, y todo tipo de reacciones histéricas... quién no conoce un poco de esas cosas.
Pero a no asustarse, no será necesario aprontar pañuelos, Dylan y Jamie no están tan locos como para dejar pasar esa oportunidad y un gran beso de reconciliación sella el final feliz de la novela.
Y no me reprochen que les cuente todo, es que no hay nada que merezca ocultarse. Es un pasatiempo hecho y derecho, sin ambajes ni pretensiones. Sólo resta decir que los actores que tienen a su cargo los personajes secundarios se llevan los pocos elogios, ya que le ponen a la historia el sabor que les falta a los protagonistas.