S.O.S. género en peligro
El axioma reza: si funciona, ¿por qué cambiarlo? Esa es la premisa que marca la decadencia de Hollywood en lo que hace a los géneros y a su inefable mirada mercantilista del cine (ahora hay que vender tecnología, celulares y ipads, tablets y crear la necesidad para consumirla) en general.
La comedia romántica -es hora de decirlo sin pelos en la lengua- está casi muerta y aparentemente no hay intenciones de rejuvenecerla, adaptarla a nuevos criterios y mucho menos de intentar cambiarla.
Ya no es novedad el camino de la autoparodia, como plantea la comedia hardcore, reiterativa, chabacana y muy poco atractiva para un gran público que no se acostumbra al cinismo y todavía busca finales felices. Como sucede últimamente, todas las comedias románticas parten de un mismo concepto: hablan de otras comedias románticas con cierto aire de superioridad, burlándose de clichés y esa suerte de inverosímil que fortalece las historias de amor (cuando en definitiva no hacen más que repetirlo) únicamente creíbles en el cine.
Ese es el caso de Amigos con beneficios, dirigida por Will Gluck (se lo conoció con la comedia Se dice de mí, que en nuestro país llegó directamente en DVD sin pasar por salas comerciales) y protagonizada por Justin Timberlake en el rol de Dylan y Mila Kunis en el de Jamie, acompañados de buenos personajes secundarios, encarnados por Patricia Clarkson, Jenna Elfman, Richard Jenkins y Woody Harrelson por citar los más conocidos.
Igual que la reciente Amigos con derechos, con Natalie Portman y Ashton Kutcher, la idea central que corona el argumento de este film es aquella que confronta la amistad de un hombre con una mujer cuando el atractivo sexual es un factor predominante en la relación, pero el compromiso emocional implica una atadura que siempre termina en ruptura.
Dylan y Jamie acaban de romper con sus respectivas parejas en un mundo atestado de celulares, ipads y blogs de internet. A ella la dejó un muchacho que no la quiso acompañar a ver Mujer bonita al cine, película preferida de la chica que, lejos de sentir el despecho amoroso, lo vive como un triunfo. La novia de Dylan por su parte es mucho más directa pero al muchacho tampoco parece importarle demasiado el final anunciado de la pareja.
Considerado un experto en el campo de la comunicación, Dylan es tentado para integrar el staff de la revista masculina GQ y para ello Jamie es la encargada de persuadirlo, vendiéndole una imagen de New York tan soñada que no podrá rechazar la oferta.
La atracción que ambos experimentan desde el primer minuto en que se conocen los lleva a sellar un pacto de amistad con derecho a roce sexual, bajo el juramento en un tablet que tiene la biblia (que cool) de no enamorarse. Como siempre alguno romperá el pacto y se suscitarán una serie de inconvenientes que pondrán en peligro el círculo de amistad.
Si bien es cierto que la pareja protagónica se desenvuelve con naturalidad y credibilidad (salen airosos a la hora del humor físico, sobre todo en las largas escenas de sexo, y también verbal durante la primera mitad de la película), la acumulación de diálogos ramplones, el estiramiento de un relato que podría resumirse en 80 minutos y un acentuado repaso por los peores vicios de las comedias románticas de la última década contaminan en su conjunto esa sensación de frescura y aire renovado de los primeros 45 minutos.
El oxígeno de la creatividad nunca llega y por ende Amigos con beneficios se acomoda perfectamente en el grupo de comedias románticas desechables y olvidables.