La comedia romántica en su laberinto
Will Gluck, co-guionista y director de Amigos con beneficios, es la clave para analizar esta película. ¿Por qué? Porque tenía un excelente antecedente como la comedia adolescente Se dice de mí, pequeña gran comedia protagonizada por la excelente Emma Stone, que en la Argentina fue (lamentablemente, como en muchos casos) directo a DVD. Allí Gluck exhibía un gran conocimiento de la interacción entre la industria del entretenimiento y los comportamientos sociales (cómo copiamos patrones de conducta bajados por el cine, pero también cómo el cine se alimenta de las pautas sociales, por ejemplo); los mecanismos genéricos; la construcción de estereotipos y personajes; el ritmo de la comedia; y la dirección de personajes (allí había presente un gran elenco aparte de Stone, compuesto por Patricia Clarkson, Thomas Haden Church, Stanley Tucci, Amanda Bynes y Lisa Kudrow, todos en gran nivel). Además, la película arriesgaba en cuestiones delicadas incluso a nivel político, y terminaba ganando, era muy ambiciosa incluso desde su supuesta pequeñez.
Esto abría expectativas con respecto a Amigos con beneficios, que repetía la premisa de Amigos con derechos (otro filme con un director con personalidad, como Ivan Reitman), con dos protagonistas que decidían conservar su estatus de amigos, pero con el ingrediente extra del sexo. Más si se tenía en cuenta a la pareja protagónica: Mila Kunis se maneja con una soltura y naturalidad en el terreno de la comedia que es inhabitual, mientras que Justin Timberlake es, definitivamente, mucho mejor actor que cantante.
En especial durante la primera mitad, Amigos con beneficios funciona como un relojito, con plena conciencia de los engranajes de la comedia romántica y personajes bien desarrollados, que se piensan a sí mismos y la cultura que los rodea. La trama avanza con gran velocidad, se explica sólo lo indispensable al espectador y hay una gran multiplicidad de referencias culturales, casi siempre pertinentes. Sin embargo, ya hay algo que empieza a hacer ruido y se vincula con el sexo: en una comedia donde se putea, se hacen toda clase de referencias sexuales o se habla directamente de sexo, no se da el paso siguiente más lógico, que es el de mostrar. Incluso en las secuencias de sexo no hay desnudos ni nada medianamente explícito. Esto no tiene que ver con una simple ansia por ver tetas o culos (bueno, este crítico lo admite, querría haber visto a Mila desnuda, pero admitan chicas que seguramente querrían lo mismo con respecto a Justin, y sería perfectamente lógico). Lo que entra en juego acá es pasar de la palabra al hecho, donde el terreno del cuerpo necesita ser mostrado, porque difícilmente sea redundante.
En algunas cuestiones, la continuidad de estilo le sirve al realizador para pisar terreno firme. Por ejemplo con las interpretaciones, ya que vuelve a recurrir a un trabajo relajado, sin remarcar los gestos o situaciones, sumándole también el aporte de muchos secundarios sólidos, como Woody Harrelson, Richard Jenkins o Patricia Clarkson (retomando su rol de madre inconsciente), más cameos de Emma Stone o Jason Segel, entre otros. Pero en otras, lo termina condenando al estatismo, como en el caso de su autoconciencia posmoderna del género romántico, que le permite analizarlo quirúrgicamente, casi deconstruyéndolo, pero sin poder aportar elementos realmente nuevos.
A la hora de las decisiones finales, Amigos con beneficios recurre a las mismas resoluciones ya transitadas y que terminan evidenciándose como gastadas, incluso conservadoras. Más aún si se suma la cuestión de que los protagonistas parecen casi forzados por el guión a tomar determinadas decisiones que sólo dan la impresión de estar destinadas a satisfacer a la platea.
Por todo esto, a pesar de sus muy buenos momentos, Amigos con beneficios se percibe como un retroceso en la aún joven carrera de Will Gluck, quien sigue con el crédito abierto. Aún con sus declives, ya ha demostrado ser un cineasta con una marca autoral reconocible y atractiva.