Desde el estreno de “El lobo de Wall Street" (Martin Scorsese, 2014) y “La gran apuesta” (Adam McKay, 2015), sumados otros productos menos rimbombantes, podemos decir que la observación ácida, corrosiva, aguda, autocrítica, etc, (le hubiese cabido condenatoria, pero Estados Unidos no es tan así), está cada vez más presente en el cine. Cómo si el mainstream tuviese que aceptar la adversa necesidad de plasmar historias cercanas a una realidad política, insoslayable respecto de la mirada que el mundo tiene de la primera potencia mundial (y potencia en este caso no es una virtud).
Durante la guerra de Irak, la administración de George W. Bush tenía una mala imagen (en todo) pero, en este caso, respecto de quien podía o no vender armas en Estados Unidos favoreciendo solamente a dos o tres empresas. Dos chicos de veintipico aprovechan la apertura de este negocio para que cualquiera que reúna ciertas condiciones (fáciles por cierto) pueda hacer transacciones armamentísticas, convirtiéndose de hecho en los “Amigos de armas” del título.
Si USA es la “tierra de las oportunidades” Efraim (Jonah Hill) y David (Miles Teller), como estandartes del ganar mucho, fácil, y con el menor esfuerzo posible, entienden muy rápidamente qué se debe hacer para llenarse de guita a costa de decisiones gubernamentales no aptas para gente inteligente, o para ciudadanos honestos. Así comienzan (como el vértigo del montaje lo indica) a ganar cifras siderales con un negocio que involucra el asesinato masivo de personas. Como sabemos, el dinero tapa los escrúpulos, de modo que aquí no hay lugar para la doble moral.
Justamente esta impunidad intrínseca en las acciones de los protagonistas es el eje común que “Amigos de armas” tiene con las referencias mencionadas anteriormente, e igualmente apoyadas por un brillante trabajo de ambos. Jonah Hill produciendo un personaje oscuro y ególatra, y Miles Teller como uno de los tantos a los que se deja llevar por la corriente y actúa por imitación de postura. Es de esperar una banda de sonido acorde con la rimbombancia de los excesos que se muestran, cuando cualquiera puede superar las barreras del capitalismo para mirar a todos desde arriba.
Claro, los verdaderos problemas surgen cuando se dan cuenta que el negocio al cual se dedican les queda gigante desde todo punto de vista. Quedará, por supuesto, un lugar para limpiar todo en nombre de las instituciones, pero para cuando esto llega, por suerte el mensaje ya se entregó y lo mejor de la película ya queda dado.