Jonah Hill y Miles Teller protagonizan esta historia basada en hechos reales, sobre dos amigos que se adentran en el siempre turbio negocio de las armas.
Lo más interesante de la nueva película de Todd Phillips (el mismo de la saga ¿Qué pasó ayer?) es que no es una comedia en el sentido estricto de la carcajada y el gag. Como en La gran apuesta, de Adam McKay (otro de los directores pilares de la Nueva Comedia Americana), en Amigos de armas también se apuesta más por la seriedad que por la simple risa.
La película que tiene como protagonistas a Jonah Hill y Miles Teller está basada en hechos reales y cuenta la historia de dos veinteañeros que ingresan en el siempre turbio negocio de las armas. El contexto es el de mediados de la década pasada, en plena guerra de los Estados Unidos con Irak. Efraim Diveroli (Hill) y David Packouz (Teller) son dos amigos de la infancia que viven en Miami y que hacía mucho que no se veían. Pero esta vez no será la amistad la que los una de nuevo sino el negocio. Efraim convence a David de asociarse para aprovechar la guerra y vender armas al Pentágono. El trabajo se ve facilitado por el mismo gobierno de los EE.UU., que empieza a dar posibilidades a pequeñas empresas de entrar en el negocio ilegal.
David espera un hijo y gracias a la plata que empieza a ganar se compra una hermosa mansión en un lujoso edifico para vivir con su bella mujer (un estupendo papel de Ana de Armas). Pero el negocio no les resulta tan fácil: tendrán que pasar por varias situaciones riesgosas, como ir hasta Bagdad para hacer pasar un pedido.
Además de inclinarse por el drama, Todd Phillips logra que la comicidad sea sutil, que esté entre líneas, como el dinero que ganan sus protagonistas. Más que una comedia sobre el trillado tópico del gran sueño americano, Amigos de armas se convierte de a poco en un interesante tour de force por Medio Oriente, donde abundan la adrenalina de situaciones extremas, la información confusa y los negocios poco claros.
Tiene momentos geniales, sobre todo las pausas, los intervalos en cámara lenta con alguna canción pegadiza de fondo. Son las escenas puente las que enrarecen la película y la dotan de un extraño halo hipnótico.
Está bien que no se a una comedia en el sentido clásico. El tema es bastante serio como para tomarlo para la risa. Eso sí, hay que mostrarlo con la forma que permite Hollywood. Ser rebelde con las reglas de la industria. Esa es la apuesta máxima de Todd Phillips.