Ahí va la bala, atajala
Antes de cualquier análisis sobre Amigos de armas (2016) se debería pensar que las casualidades no existen y mucho menos aún en una coyuntura donde nuevamente Hollywood busca imponer nuevas tendencias y miradas sobre las temáticas que más rentables resultan, teniendo en cuenta siempre el ombliguismo yankee y la mente anestesiada de sus propios consumidores.
A la nueva comedia americana le viene bien adoptar la pose del cinismo para bucear en el trasfondo por algunos tópicos controversiales o políticamente incorrectos. El ejemplo más concreto lo dio la reciente La gran apuesta (The Big Short, 2015), film autorreferencial, jugado al planteo retórico del boom inmobiliario y de la desgracia de los millones de ciudadanos yankees anque fronteras afuera, arrastrados por la ambición desmedida de un selecto grupo de inescrupulosos, quienes no perdieron su lugar dentro del sistema, ni tampoco se desfinanciaron tras la enorme crisis económica acaecida en la tierra del Tío Sam durante el año 2009.