Nada nuevo bajo el sol
Contar la misma historia no es el problema, el problema está en cómo se encara, en dónde está la novedad, el toque distintivo del creador. Con Amigos intocables estamos ante un caso así, pero eso no quitará que quizá encontremos que la pasemos bien viendo algunos pasajes: a pesar de su extensión, a la cual le sobran minutos, tiene el ritmo necesario para entretener. Y sin embargo, esos fragmentos de algún buen diálogo o situación se diluyen porque ningún personaje adquiere un relieve a la altura de lo planteado en la película.
Seamos claros: ¿vieron cuando en una película se plantea “esto no puede pasar” o “esto no puede ser”? Es porque el relato no ofrece ni insinúa de manera directa o indirecta que la interacción entre los personajes resulta coherente. Parece fácil advertirlo, pero es increíblemente complejo. Aquí lo que falla es el núcleo de la película: la relación entre Philippe y Driss no cuenta con un desarrollo verosímil, se asienta en momentos y situaciones que no tienen ningún puente. Esto da lugar a que los momentos más interesantes descansen en el tono cómico de alguna situación o el contexto que rodea a Driss, secuencias donde aparecen los planos más creativos. Por otro lado, encontrarán que el resto de los personajes son apenas identificables: funcionan como excusa, como meros acompañantes.
En definitiva, Amigos intocables es apenas una película anecdótica que se dispara sobre un caso real pero que, gracias a la “magia” del cine, pierde cualquier cuota de realidad o verosímil posible.