Pequeño gran éxito
¿Por qué una película se convierte en un fenómeno social con muy escasos precedentes? ¿Por sus valores cinematográficos o porque sintoniza con un determinado momento en el que, en este caso los franceses, buscan la reconciliación luego de un pasado colonial y un presente no exento de una fuerte impronta racista y xenófoba?
Amigos intocables, cuarto largometraje de la dupla Eric Toledano y Olivier Nakache, fue visto por casi 20 millones de personas en su país y por otros tantos en el exterior (fue un gran éxito en muchos países europeos). Y, más allá de que es una película fluida, con momentos graciosos y otros entrañables, cabe decir que no es nada el otro mundo. Está claro que tocó alguna fibra íntima de un Viejo Continente herido por la crisis, jaqueado en su orgullo y -por lo tanto- necesitado de una feel-good movie como esta.
En una verdadera "tregua" de clases, Amigos intocables une a un aristócrata parisino que ha quedado tetraplégico tras un accidente de parapente (el gran François Cluzet) y un hombre de origen senegalés (Omar Sy), que vive hacinado con su numerosa familia en una precaria vivienda pública. Philippe -contra todos los pronósticos (y los prejuicios)- decide contratar a Driss para que lo asista mañana, tarde y noche. Esto quiere decir desde que sea su chofer hasta que lo vista y lo limpie, algo que el alegre e impulsivo Driss no tiene demasiadas ganas de hacer.
Hay pasajes emotivos (con cierta tendencia a dejar "lecciones de vida"), situaciones de un humor logrado y, también, pasajes bastante previsibles y/o demagógicos. Amigos intocables es una película muy bien pensada y construida con solidez, que se sostiene también en el carisma de sus dos antihéroes. No es mejor que muchos otros films que convocaron a pocos miles de espectadores, pero tampoco es cuestión de exigirle en función de su éxito (con el diario del lunes). Si no fuese el hito mundial que es, estaríamos hablando de una comedia dramática pequeña, noble y compradora. Ni más ni menos que eso.