Un tema difícil a través de una historia muy bien pensada, realizada y protagonizada
Luego de años y años de cine donde el eje de una historia es la amistad se podrían establecer varias formulas que funcionan bien en la platea, según el objetivo del creador En el caso de “Amigos intocables” la química entre los personajes nace y crece (muy bien) en todos los tipos de contrastes que el espectador quiera imaginar. Desde la etnia al status social, pasando por nivel de educación, gustos personales, y casi todos los opuestos socio-culturales.
Digo casi, porque, por ejemplo, Driss (Omar Sy) es un inmigrante en París, pero no vive en la calle, en tanto Philippe (Francois Cluzet) es un millonario, pero no vive en una burbuja. Lo cierto es que se trata de dos personas cuya posibilidad de conocerse en la vida real sería un milagro, pero tienen algo en común que hace poner en marcha esto de la atracción de los polos opuestos: ambos reniegan, a su manera, del presente que les toca.
Uno sobrevive con una especie de subsidio del estado; el otro apenas puede soportar vivir en su condición de tetrapléjico mientras entrevista a posibles acompañantes para servirlo en su convalecencia.
Gracias a una decisión inteligente que esquiva los golpes bajos y el melodrama, respecto de la condición médica de Philippe y la del inmigrante Driss (legal o no), los realizadores Eric Toledano y Olivier Nakache logran focalizarnos en el crecimiento de la relación entre ambos. La situación en que se encuentran funciona como el contexto en donde nacen las mejores dosis del humor, bien logrado, del que está teñida esta comedia dramática.
Este punto es importante si usted decide ir a verla, pues en ningún momento sufrirá por nadie. Por el contrario, será el humor lo que accione a favor, demostrando que se puede ser profundo y emocionar sin que la lástima y la lágrima fácil primen a la hora de tocar el tema. Ni siquiera la buena banda de sonido conspira contra el sostener esa sonrisa.
Las actuaciones de Cluzaet y Sy constituyen trabajos realmente logrados, en los que se pudieron apoyar los realizadores.
Es cierto que el texto cinematográfico no obedece a la tradicional forma del cine francés de antaño, de hecho “Amigos intocables” viene precedida por una enorme recaudación en su país de origen y en toda Europa. Esto puede obedecer a un hecho concreto: hace rato que la televisión (y su lenguaje mucho más dinámico) se amalgamó con el cine en casi todos los países del viejo continente. Una cuestión cultural que también afecta al resto del mundo y, en todo caso, amplió la brecha entre producciones de gran presupuesto y el cine independiente, lo cual afirma claramente, como nunca, que cuando un director de cine (o dos en este caso) sabe qué y cómo narrar el resto depende del público. Es harina de otro costal, pero a lo mejor ayuda a entender el éxito de esta película.
De todos modos es menester mencionar un factor fundamental: Esta es una historia bien pensada; bien contada, que deja una sonrisa dibujada en el rostro, y acaso una buena lección de convivencia en todos los aspectos. Si se trata de hacer un retrato humano, todo lo antropológico que pudimos ver en la excelente “El Puerto” (2011) no está presente aquí, pero no por eso deja de haber otro tipo de valores que se relacionan de forma más directa con la gente. Bienvenido sea.