Cómo tratar temas serios sin amargura
Hay quienes, tal vez envidiosos, reprochan a esta comedia sus lugares comunes, la superficialidad con que toca temas serios, la capacidad notable para transmitir buena onda, y hasta la selección de clásicos musicales elegidos para sus momentos clave. Otros, que son multitud, le agradecen precisamente todo eso. Aclaremos, de paso, que la referida superficialidad no es tan epidérmica.
La historia ya la conoce medio mundo: un rico de aire, casa y billetera aristocráticos, siempre elegante, pero obligado a depender de los demás porque es tetrapléjico, está tomando personal enfermero. Al empleo aparece un pobre de aire, andar y bolsillo ranfañosos, bien robusto, pero obligado a depender de los demás porque vive de la asistencia pública. No quiere el trabajo, solo quiere que le firmen el comprobante de haberse presentado a la solicitud de trabajo. ¿Cómo se siente, dependiendo de otros?, es la pregunta que hace uno, pero podrían responder los dos.
Por curiosidad, por hábil concepto del altruismo, por la percepción de algo distinto detrás de la fachada, o por un especial sentido del humor, el discapacitado contrata al muy capaz pero nada cultivado grandulón, que junto a él se habrá de civilizar un poco. A su vez, el empleado ayudará al patrón a gozar de la vida, incluso a decidirse en cuestiones sentimentales para las que se sentía inhibido.
Uno recibe compañía, ocasional sentido común y sensación de vida. El otro, algo de mundo y un lugar donde evadirse de los problemas familiares y barriales. No es la primera vez que una película maneja combinaciones similares, desde «Juan Globo», con Luis Sandrini, para adelante y para atrás. Pero quizá sea una de las pocas veces en que la obra se basa en auténticos personajes reales que asesoraron a su realización. Los mismos representan categorías sociales actuales que habitualmente ni se rozan, y hasta suelen odiarse. Sin embargo, tuvieron la oportunidad de conocerse, de entenderse, son amigos, disfrutan de la vida lo mejor que pueden, y dan ejemplo.
Los realizadores, Eric Toledano y Olivier Nakache, son hábiles. Los actores, François Cluzet y Omar Sly, son tremendamente carismáticos. El gasto lo hace el primero, expresándose sólo con la mirada. Pero la película se la roba el otro, que es muy gracioso. Regocijante, la escena en que va por primera vez a la ópera. Quizá tengan razón los que se quejan, pero, ¿qué problema hay en salir contento del cine?