El tercer largometraje del prolífico guionista Francesco Bruni es una comedia dramática que apuesta -por momentos con buenos recursos artísticos, en otros con una clara tendencia al subrayado- a conmover. El film tiene como protagonista a Alessandro (Andrea Carpenzano), un veinteañero de Roma que tiene una mala relación con su padre y un grupo de pertenencia bastante patético. Cuando lo obligan a acompañar en paseos diarios a Giorgio (Giuliano Montaldo), un poeta octogenario que sufre de Alzheimer, lo hace con el desagrado y la desidia de tantos jóvenes rebeldes. Pero, poco a poco, él y sus amigos empezarán a encontrar en cada visita al querible y confuso anciano múltiples encantos y misterios que le dan más espesor psicológico y matices narrativos a una película que va ganando en intensidad emocional.
Italiano hasta la médula, Amigos por la vida es un relato de redención, redescubrimiento y resignificación que toca algunas fibras íntimas a la hora de exponer las contradicciones generacionales, los problemas de comunicación y la descontención de los jóvenes. Lo hace con sensibilidad y lirismo, aunque también apelando a unos cuantos lugares comunes narrativos y visuales. El extraordinario aporte del veterano Montaldo, director de clásicos como Sacco y Vanzetti, termina por inclinar la balanza a favor.