Unas semanas atrás se estrenó en Argentina Amityville: El origen del terror. Una película que en realidad se llamaba The Unspoken y que no tenía nada que ver con la saga, ¿o sí?.
Esto era lo que faltaba a una serie de películas que pasaron por todas. La primera fue una adaptación de un libro, algo muy común en la década de los ’70 y que empezó con El bebé de Rosemary y El exorcista. Le siguió la muy recomendable precuela dirigida por el italiano, pasó por el infame 3D de los’80, se convirtió en una película para la televisión, después en películas directo a video, fue una decente remake a cargo de la productora Platinum Dunes de Michael Bay, luego Asylum la agarró e hizo una found footage; pero aún así siguió en la oscuridad.
La decimoctava película viene a limpiar un poco el nombre de tan bastardeada saga, no es una maravilla pero entre lo que suele estrenarse en cine de terror por lo menos sirve para pasar el tiempo. Lo más interesante de esta nueva entrega es que no le quedaba otra que volverse autoconsciente de sí misma. Como en Scream que tenía a Stab, acá a Amityville se la reconoce como película y hasta mencionan a sus secuelas e insultan a la remake, para que quede claro que no gustó ni un poquito.
Es justamente la escena en que los personajes ven la versión original en donde su director Franck Khalfoun, responsable de la remake de Maniac, explota al máximo esta idea, como un ritual de noche, con amigos, viendo una película de terror y con miedo de que haya algo entre sombras (que lo hay). ¿Cuántos hemos hecho lo mismo? ¿Cuántos hemos tenido esa misma sensación?
Llama la atención también el único personaje masculino en una familia de mujeres. Este se encuentra en estado vegetativo y es el que trae los problemas. Es aquel que logra incomodarnos, su posición de piernas quebradas, que se le noten las costillas e incluso lo anormal que es con los ojos abiertos nos hace recordar lo frágil que es el cuerpo humano. Hay algunas escenas de terror bien conseguidas, muy pocas pero bien resueltas por más que no tengan una consecuencia directa con el después de los personajes; sólo tiene su propósito de asustar y lo logra. Hay esos típicos sueños que no funcionan y personajes que no suman, como la hermana de la protagonista. Por ahí deambula Jennifer Jason Leigh, que con una sonrisa puede dar a entender que está traumada o que es malvada y es una de las mejores cosas que tiene esta película.
¿Cómo seguirá esta saga? Seguramente sigan saliendo secuelas o precuelas o reboots o como quieran decirle. La vara no es muy alta, en este caso Amityville: El despertar (Amityville: The Awakening, 2017) es decente y ojalá siga por ese camino, sino el otro que podrían seguir es el de la precuela que salió en 1982 y que es hasta la mejor de todas.