Una intimidad distante.
Definitivamente si hay algo que no abunda en la cartelera porteña es el cine de la India, toda una curiosidad a ojos de Occidente en función de su autonomía cultural, las aristas específicas del escapismo comercial de la región y una esencia franca que deambula de manera intermitente entre los melodramas del corazón y un sinfín de propuestas varias de tono grandilocuente. A pesar de que el espectro cualitativo que suele ofrecer Bollywood no supera sustancialmente al de los grandes estudios norteamericanos, debemos señalar que sus productos poseen un encanto humanista que desde hace mucho tiempo sólo hallamos muy de vez en cuando en un mainstream estadounidense volcado a la idiotez y la soberbia.
Más allá de los elementos a favor o en contra de estos dos tipos de artificialidad pomposa, cada vez más alejada del sentir y los conflictos reales del “hombre de pie”, en ocasiones se presentan circunstancias coyunturales que “invitan” a que una industria penetre en el mercado de la otra mediante proyectos particulares: de hecho, este es el caso de Amor a la Carta (Dabba, 2013), un film maravilloso que no sólo explota la fama que Una Aventura Extraordinaria (Life of Pi, 2012) le ha dado a Irrfan Khan, sino que también aprovecha la oportunidad para construir una historia mínima que respeta la idiosincrasia local y hasta consigue sobrepasarla, apuntando a un espectador internacional con amplitud de criterios.
La premisa central abraza los cánones de la comedia de situaciones pero el realizador debutante Ritesh Batra vuelca el devenir hacia el drama romántico, guiando el desarrollo con un pulso entre ameno y taciturno. Aquí tenemos dos tramas que corren en paralelo y giran alrededor de Saajan Fernandes (Khan), un oficinista solitario que está al borde del retiro. En primer lugar nos encontramos con la relación epistolar que entabla con Ila (Nimrat Kaur), un ama de casa que prepara religiosamente la vianda para su marido y que un buen día descubre que la comida fue entregada a Saajan por equivocación, suerte de disparador de una serie de confesiones mutuas vía el recipiente transportador de alimentos.
En buena medida el relato alivia esta “intimidad distante” a través de la amistad que el protagonista traba, luego de la desconfianza inicial, con Shaikh (Nawazuddin Siddiqui), su joven reemplazo al que debe capacitar a instancias de un jefe de “semblante estatal”. Un Khan apesadumbrado y en pleno éxtasis gastronómico complementa perfectamente una tesitura narrativa delicada y paciente, apuntalada en personajes entrañables que escapan a los estereotipos quemados de tantas realizaciones similares. Amor a la Carta irradia una pasión inequívoca que sorprende tanto con sus palabras como con su mutismo, esa desazón agridulce que reinstala al azar como eje de los encuentros/ desencuentros cotidianos…