Para crucero de amor, faltan química y ritmo
El título es ingenioso, los protagonistas son atractivos para el público que ya los conoce y quiere por la TV, el reparto está encabezado por el Puma Goity, que tiene un personaje regocijante, la ambientación en un crucero rumbo a Venecia es tentadora y original, Málaga es una ciudad preciosa que se aprecia bastante, el conjunto de comedia de fuga, amores, turismo y enredos tiene su gancho, cada tanto hay diálogos inspirados, en fin, lástima que hay algo que no va, y no va, por más que el crucero se vaya. Puede ser el libreto, y/o la edición. O lo que se llama falta de química y de timing.
Alguien cercano a esta producción ha dicho que «recuerda aquellas típicas comedias de género de Billy Wilder o Howard Hawks. Comedia de personajes que corren tras su destino, desatando todo tipo de equívocos y situaciones inesperadas». Tiene razón en eso de los personajes, pero se queda lejos de los dos grandes referentes mencionados. Más bien recuerda, y no por su bien, un pasatiempo de viejos tiempos, «Crucero de placer», 1980, de Borcosque hijo, con García Satur, Altavista, Carnaghi, Contreras, que no salía del Tigre, ni lucía demasiadas luces argumentales, pero, sin siquiera desvestirlas, hacía lucir debidamente a la deliciosa Ana María Cores. Y por si esto fuera poco, por ahí también andaba Katja Aleman.
Ahí había química, física, ciencias naturales, lo necesario para pasar el rato. Igualmente era un placer culposo. Todavía no hemos tenido suerte con estos barcos.