¡QUÉ DIFÍCIL ES HACER UNA PELÍCULA ROMÁNTICA!
Los últimos años parecen muy difíciles para el género romántico. Quizás tenga que ver con que el público cambió y ya no es receptivo a ese tipo de historias: o es con planteos extremos, donde la tragedia es el principal motor (Bajo la misma estrella, por ejemplo), o nada. Pero también puede tener que ver con una sequía creativa, que ha llevado a que las premisas vayan de lo enredado a lo simplista, casi sin pasos intermedios, que encima exhiben poco conocimiento sobre los mundos en que se desarrollan. Allí tenemos al desastre que es At midnight o la sobrevalorada Set it up: el plan imperfecto.
En este contexto es que se estrena -y uno se pregunta por qué- Amor a primer mensaje, que reúne buena parte de los males descriptos previamente. Hay un poco de dramón exacerbado, reflexiones obvias sobre el amor, pasos de comedia poco lúcidos, un argumento entre rebuscado y arbitrario, y un simplismo galopante para describir los entornos en los que se manejan los protagonistas. Por un lado, tenemos a Mira (Priyanka Chopra Jonas), una escritora e ilustradora de libros infantiles, que ya en el arranque de la película ve morir a su prometido atropellado por un auto. Por otro, a Rob (Sam Heughan), un crítico de música que fue abandonado por su pareja a solo una semana de casarse. Ella, tratando de lidiar con su pérdida -y porque el guión necesita que lo haga-, empieza a escribirle mensajes al celular de su amado. Por esas cosas de la vida (y del guión), esos textos llegan al número laboral de Rob, quien no puede evitar -porque claro, lo indica el guión- sentirse atraído románticamente por lo que lee y emprende una búsqueda para hallar a la emisora. En el medio, le asignan redactar una nota sobre Céline Dion (haciendo de sí misma), que está por comenzar una serie de conciertos, y, cuando la entrevista, decide contarle -porque así lo indica el guión- el dilema que atraviesa y pedirle ayuda.
Dijimos guión muchas veces y por buenas razones: los eventos no fluyen con, aunque sea, un mínimo de naturalidad en Amor a primer mensaje y por eso es muy notorio que todo ocurre por obra y gracia de lo que indica el texto guionado. Eso se nota particularmente con todo lo referido a Dion, que encima está en modo 50% autoelogio, 50% maestra ciruela y 100% insoportable. En verdad, todo el film funciona como un manual de procedimiento que es cumplido por un empleado administrativo en un rutinario día de laburo. Hay declaraciones de amor eterno, una muerte, instancias de depresión, lecciones sobre cómo lidiar con la pérdida y el disparador del conflicto. Luego, la decisión de una búsqueda, el primer encuentro entre los protagonistas, una cita que va bien, el comienzo del romance, un secreto que se revela, desencuentros, gestos románticos y final feliz. En el medio, chistes de los secundarios -la mayoría, fallidos-, lecciones de vida, diálogos pomposos, secuencias que dan vergüenza ajena (como la que involucra la aparición de Nick Jonas) y muy poca autoconsciencia.
Todo es mecánico y rancio en Amor a primer mensaje, que encima se la quiere dar de sofisticada. Y la verdad que no le da, porque muestra un conocimiento casi nulo de las herramientas del género, además de un didactismo que en algunos pasajes se torna insoportable. Acá el amor parece muerto, y no solo porque al prometido de Mira lo atropelló un auto. Parece que realmente es muy difícil hacer películas románticas en estos días.