CONVIVENCIA FORZADA
Como ocurre en muchas latitudes, hay un cine argentino que transita una medianía que se pretende ambiciosa o renovadora, pero que en los hechos se revela como un tanto conservadora. Es un cine que se sostiene en buena medida gracias a un sector de la crítica extremadamente complaciente, que mira para un costado cuando se trata de observar defectos muy obvios y que sobrevalora lo que a lo sumo son virtudes técnicas. A esa vertiente pertenece Amor bandido, ópera prima de Daniel Andrés Werner.
Con lo erótico como paraguas estético y la iniciación como marco temático, el film es en su primera mitad una especie de drama romántico y -particularmente en su última media hora- un thriller policial y de escape. El relato se centra en Joan (Renato Quattordio), un joven de 16 años, hijo de un juez con el cual tiene un vínculo cuando menos conflictivo, que un día decide escaparse con Luciana (Romina Ricci), una profesora de su colegio con la cual tiene un romance clandestino. Ambos terminan arribando a una casona en el medio del campo, en la que se proponen amarse libremente y tratar de construir algo parecido a una existencia en pareja. Sin embargo, todo ese propósito entra en crisis y se revela como una trampa para Joan, cuando llega al lugar un familiar de Luciana, que tiene intenciones bastante más oscuras de lo que podría parecer al principio.
Ya desde el comienzo se nota que Werner tiene una pericia apropiada para manejar el encuadre, la luz y el montaje, pero que eso no va a la par de un guión con unos cuantos diálogos impostados y actuaciones a las cuales les cuesta encontrar el tono pertinente. De hecho, la puesta en escena muestra mayor preocupación por la belleza en los planos que por darle una verdadera carnadura a los protagonistas y los conflictos que llevan adelante. Si en el film conviven elementos del relato de crecimiento, el cine noir, el erotismo y hasta algo de la feminidad confrontada con el machismo, lo cierto es que le cuesta una enormidad amalgamar todas esas vertientes. A tal punto que hay entre media hora y cuarenta minutos donde la película se muestra estancada, girando en el vacío y sin contar algo realmente relevante.
Esa indecisión narrativa lleva a que, cuando la narración incorpora al personaje de Ferro como una barrera entre Joan y Luciana, asomándose a lo trágico, ya sea demasiado tarde, porque la empatía con los protagonistas está prácticamente perdida. Para colmo, el film suma en sus últimos minutos unas cuantas decisiones antojadizas y hasta inverosímiles, para terminar arribando a un cierre forzadamente poético y melancólico. En Amor bandido se pueden intuir algunos aspectos que podían haber permitido una película mucho más redonda e interesante, pero lo que prevalece es una acumulación de lugares comunes y decisiones fallidas.