En doce años la vida puede pasar por cinco días puntuales
Rémi Benzançon aborda en su segunda realización, que data del año 2008, el tema del paso del tiempo a través de la vida de una familia de clase media. Si bien en su primera obra, “Amor en el aire” (2005), Benzançon sugería que todos los individuos somos lo que nuestras respectivas familias hicieron con nosotros, en esta oportunidad la recepción de ese mensaje es directa y contundente.
El cineasta sigue a través de doce años la historia de la familia Duval, pero lo hace deteniéndose en un día en particular de la vida de cada uno de los cinco integrantes, con situaciones exclusivas para cada uno pero que son influidas por los otros componentes de la familia.
Estas historias individuales son la independencia del hijo mayor, la priorización de fantasías del segundo hijo, la pérdida de la virginidad de la hija, el empeño por detener el tiempo de la madre y el ansia de vivir del padre. Como referente fundamental la imagen del abuelo que tiene poco tiempo y como símbolo del envejecimiento el realizador pone al vino, a quien el tiempo puede mejorar o estropear irremediablemente.
Para la historia de cada personaje el cineasta ha utilizado un sistema diferente, para dar variados climas empleó ángulos abiertos, lentes de amplitud, steadycam y hasta imágenes estabilizadas con fondos borrosos. Todo este despliegue hace a esta obra técnicamente muy atractiva.
Una comedia dramática que entretiene e interesa al espectador desde su propia identificación familiar. Llena de simbolismos como la madre que detiene su automóvil bruscamente, algo que no puede hacer con el tiempo, la visualización de fotografías que han fijado un instante del pasado que no puede volver, grafittis en baños públicos que dicen que “la vida es una enfermedad mortal”, y una canción inductiva de Étienne Daho, de la que Benzançon tomó el nombre para titular a esta realización en francés “Le prémier jour del reste de ta vie” (el primer día del resto de tu vida), canción que durante los últimos minutos de la proyección explica el mensaje de toda la obra, pero que lamentablemente no ha sido traducida para subtitularla en español por lo que el espectador que no habla francés no puede apreciar totalmente algunos detalles. (ver información complementaria).
Las actuaciones son ajustadas, creíbles y minuciosamente trabajadas. Si bien Deborah François como la hija y Marc-André Grondin como el segundo hijo ganaron el Premio César por estos trabajos, se luce Roger Dumas como el abuelo y es destacable la labor de Jacques Gamblin como el padre de esta familia.
Los metamensajes son varios: todas las familias tienen conflictos puntuales; lo importante es que el tiempo no se acabe sin haberlos resueltos; el tiempo pasa inexorablemente,; todos los días comienza el resto de nuestra vida; lo que hacemos hoy tendrá implicancias en lo que nos suceda mañana.