Un día en la dinámica familiar
En Reyes y reina y Cuento de Navidad, Arnaud Desplechin subvirtió el tratamiento de las relaciones familiares en el cine francés, abordándolas mediante una inédita yuxtaposición de densa tragedia bergmaniana y comedia lunática. Que la iniciativa de Desplechin trajo cola lo prueban una película de Christophe Honoré vista en la edición anterior del Festival de Mar del Plata (Non ma fille, tu n’iras pas danser) y, ahora, Amor de familia (Le premier jour du reste de ta vie), que es, en verdad, anterior a aquélla. La cuestión es que aquello que en Desplechin suena a rapto de genio o inspiración, aquí tiende a lucir como algo impuesto o impostado, revelando su condición subsidiaria.
Con una duración algo menor a las maratónicas sagas de Desplechin, el realizador y guionista Rémi Bezançon (París, 1971) adopta la estructura en capítulos de aquéllas para narrar la historia de la familia Duval. Cinco capítulos, cada uno con su título y atravesando un período que va de fines de los ’80 a comienzos de esta década. La peculiaridad es que cada uno de esos cortes en la vida de los Duval tiene lugar durante un único día. Curiosamente, la sensación de concentración temporal no se transmite a la película. Los Duval son papá Robert (sí, Robert Duval, pequeño chistecito que da lugar a la peor escena de la película), mamá Marie Jeanne y los hijos, Albert, Raphaël y Fleur. Es un poco raro que Robert (Jacques Gamblin, visto recientemente en Inspector Bellamy, de Claude Chabrol) sea chofer de taxi, actividad que no parece corresponderse demasiado con las del resto de su familia. En algún momento la esposa descubrirá la fotografía artística, mientras el hijo mayor será cirujano plástico, el del medio heredará el hobby enológico del abuelo y a la menor le costará definir vocación.
Hay algo de prototípico, tanto en la dinámica familiar (padre peleado con el abuelo, mamá mal atendida por su marido, hijo mayor responsable, hijo del medio con problemas de identidad, hija menor rebelde y contestataria) como en la sucesión de hitos elegidos para contar la historia: el primer departamento de soltero, la primera novia, el debut sexual, la muerte del abuelo, un matrimonio, etc. La narración busca alterar la “normalidad” mediante disrupciones abruptas, que pueden ser tanto cómicas (tras su primera fellatio, Fleur se cruza con los padres del amante y no puede hablarles, por tener la boca llena de semen), dramáticas (un hermano trompea al otro, durante su propia boda) o estilísticas (una escena narrada a velocidad acelerada, algún salto de tiempo, algún súbito flashback).
Como en Desplechin, se imponen las rupturas musicales, que van de un trozo de pop francés a A Perfect Day, de Lou Reed, y de allí a Time, de Bowie. Todo luce excesivamente calculado, lo cual se torna particularmente notorio en la utilización de la banda de sonido, a cargo del músico cuyo nombre artístico es Sinclair. Omnipresente y siempre a volumen más alto que el resto, la música hace aparecer a Amor de familia más como un clip extralarge que como una película de cine. El escaso sedimento que deja, una vez concluida, confirma la impresión.