Filme menor sobre una mujer con una vida marcada por una decisión ajena.
Amor de madres, segundo largometraje de Rodrigo García, hijo del ganador del Nobel de literatura Gabriel García Márquez, cuenta la historia de tres mujeres unidas por un destino cruel.
La saga familiar se inicia cuando Karen queda embarazada a los catorce años y su madre la obliga a dar la beba en adopción. Karen, devenida en madre biológica ausente, encarnada en la adultez por la siempre sólida Annette Bening, vivirá las siguientes décadas llena de culpa y arrepentimiento.
Elizabeth, su hija biológica, es una mujer que ha construido una coraza protectora de frialdad y profesionalismo extremo. Cuestión que le sirve tanto para protegerse del dolor, como para hacerse un lugar dentro de la abogacía.
El azar hará que Elizabeth, a pesar de métodos anticonceptivos aplicados, quede encinta dándole continuidad a la saga familiar. El estado de gravidez dotará al personaje, interpretado por Naomi Watts, de una flamante sensibilidad que la vinculará a una niña ciega. En las charlas que compartan estas dos mujeres la figura de su madre ocupará un lugar central, a partir de este hecho tomará la decisión de hacer un intento por saber quién es y llegar a conocerla.
Paralelamente a las historias de Karen y Elizabeth se describe la vida de Lucy, una joven estéril que tiene una pareja estable y necesita adoptar un hijo para sentirse completa.
El carácter coral de la historia y los saltos temporales, atentan contra la posibilidad de que se establezca rápidamente un ritmo adecuado y el filme por momentos aburre bastante.
Lo peor de Amor de madres es que una vez que madre e hija ansíen conocerse Rodrigo García elige una salida previsible y trágicamente gratuita, proponiendo el cliché de una repetición tan innecesaria como efectista.