A simple vista uno podría decir que estamos frente a un filme que intenta hacer una radiografía de la mujer, del mundo interior femenino, más específicamente de la relación madre – hija.
Las formas elegidas por el hijo de Gabriel García Marquez tienen su sello, generar empatía total tanto desde lo relatado como desde la imagen y la banda sonora.
Para ello y para asegurarse el éxito es que recurre a grandes y/o famosos actores que le terminan por cerrar el negocio.
Desde lo específicamente cinematográfico, éste producto es un catálogo de lugares comunes, plagado de golpes bajos, sentimentaloides, lacrimógenos en exceso, argumentando historias aisladas a las que intentan darle un viso de universalismo que, a la postre y por los resultados, no aparece, no puede aparecer, ya que es una historia con tres personajes que se encuentran y desencuentran.
Con una estructura más cercana a “21 Gramos” (2003) que a “Amores Perros” (2000), y esto tiene su explicación ya que uno de los productores ejecutivos es nada menos que Alejandro Gonzáles Iñarritu, el director de las mencionadas anteriormente.
Estos personajes son Elizabeth (Naomi Watts), una joven de 36 años, soltera, profesional, a la que lo único que le interesa es su carrera. Fría, calculadora, dominadora, avasallante.
De la misma forma en que se conduce a nivel laboral construye sus relaciones sociales, distantes, sin un mínimo de posibilidades de dar o recibir afecto.
Luego aparece Lucy (Kerry Washington), una joven mujer negra que no puede quedar embarazada, y que arrastra a su marido Joseph (David Ramsey) a la posibilidad de adoptar.
Por ultimo, en este triangulo de personajes esta Karen (Annette Benning), una mujer amargada, triste, que toda su vida se centra en el trabajo y en el cuidado de su madre enferma.
El nexo de estas tres mujeres será la hermana Joanne, una monja que trabaja en un centro de adopciones y que en algún punto de la historia termina siendo determinantes para todas estas mujeres.
Con el devenir de los minutos sabemos que Karen cuando tenia 14 años fue obligada por sus padres a dar en adopción a su bebe, al que nunca vio, éste bebe es Elizabeth, que nunca conoció a su madre biológica.
También sabemos que este hecho forjó que Elizabeth, muy joven se hiciera ligar las trompas pues descree de la maternidad. Pero como dice el personaje Dr. Ian Malcolm (Jeff Goldblum) en “Jurasic Park” (1993) “la vida se abre camino”. Elizabeth queda embarazada, de una de las tantas relaciones casuales.
La historia de Lucy es la menos desarrollada, pero es la que finalmente termina dando el cierre a todas las historias. Un cierre bastante redondo, atiborrado de discurso eclesiástico, donde se prepondera la relación de sangre sobre la construcción de los vínculos afectivos.
En toda esta maraña de situaciones el lugar del hombre queda desplazado, a un segundo lugar, tanto Joseph, el marido de Lucy, como el jefe de Elizabeth, Paul (Samuel L. Jackson), quien será uno de sus amantes ocasionales, desaparecen de la misma manera que aparecieron, sin dejar rastro alguno.
En síntesis, un film muy bien filmado, respetuoso de un guión bien elaborado, y con infinidad de detalles, y muy buenas actuaciones.
Lo que en el exterior del relato parece ser una o varias historias de madres e hijas es en realidad de la imposibilidad de algunas en concretarlo.
Aparenta una bondad que no resiste el mínimo análisis en profundidad, cuando esto sucede termina siendo un texto falso, nimio y por momentos hasta peligroso desde el discurso.