Señoras y señoritas, creo que finalmente encontramos a un hombre que sabe entender nuestros sentimientos. Con ustedes, el director Rodrigo García.
Esta película empieza contándonos la historia de Karen (Annette Bening), una mujer arrepentida por haber dado en adopción a la hija que tuvo a los 14 años. 37 años después, esa hija (Naomi Watts) es una importante abogada con graves problemas para relacionarse. Y el destino unirá sus caminos (al mejor estilo de González Iñárritu, no por nada el productor) con el de Lucy, una mujer que quiere ser madre sea como sea.
El director logra retratar perfectamente la sensibilidad de este gran universo femenino, con una gran habilidad para la construcción de los personajes principales, unos muy lindos e ingeniosos diálogos y unos personajes masculinos secundarios que no aportan demasiado a la historia.
Es una película intimista donde vamos viendo partes de las vidas de estas infelices y casi vacías mujeres, que muy de a poco van rehaciendo sus vidas, en un buen relato con pequeños e interesantes giros y sin ningún golpe bajo (donde podría haber miles), mostrándonos sus más profundos sentimientos y abriéndose cada vez más al punto en que nosotros sentados en nuestras butacas podamos imaginarnos realmente que es lo que están sintiendo.
Todo esto también se ve claramente en el sobrio uso de cámaras, planos y la banda sonora que el director eligió usar para contar esta historia, donde ninguna de estas cosas sobresale y nos da la sensación de estar más cerca de los personajes, casi como si ellas mismas estuvieran junto a nosotros contándonos sus historias.
Las actuaciones de Annette Bening y Naomi Watts son excelentes, sutiles pero a la vez dramáticas.
Son dos horas que no aburren y nos cuentan algo interesante, pero (siempre hay un pero) dudo que te entretenga si no sos un usual consumidor de este cine, ya que es una de las típicas historias (más para este director que tiene algunas películas con esta temática en su haber) dramáticas del nuevo “cine independiente”.