Querer no es poder
Rodrigo García lleva adelante un filme cuyas actrices son la locomotora del relato.
Como si fueran los polos de una misma pila, Karen (Annette Bening) y Elizabeth (Naomi Watts) son madre e hija, pero no se conocen. Encendida la segunda, algo apagada y renuente a mantener cualquier tipo de relación que no sea profesional (es físicoterapeuta) la primera, son dos de los tres personajes centrales de la nueva película de Rodrigo García, un realizador con una apreciable predisposición por los personajes femeninos y sus mundos.
Es que el hijo de Gabriel García Márquez, si en algo se ha especializado, es en la construcción de los protagonistas de sus relatos. Los va abriendo a los ojos del espectador de a poco. No importa si es cronológicamente o no, si advertimos antes o después por qué Elizabeth está dolida, cuándo Karen decide buscar, saber qupe es de la vida de la hija que dio en adopción cuando la tuvo, a sus 14 años, o en qué momento Lucy (Kerry Washington) decide ir al frente y dar todos los pasos necesarios para adoptar un niño cuando con su esposo no pueden procrear.
A la manera de los filmes de González Iñárritu -que produjo Amor de madres - anteriores a Biutiful , que disparan distintas historias hasta que se conectan, García no fuerza las acciones sino que hace que se relacionen casi por causalidad no por casualidad. Está claro que Karen, Elizabeth y Lucy son mujeres de carácter fuerte -de nuevo: García se toma su tiempo para demostrarlo con Lucy- y ante situaciones extremas reaccionan como pueden más que como quieren.
La mirada del realizador, también es cierto, suele dejar muy mal parados a los personajes masculinos. Desde la ausencia de los padres, por más que el título original, y con el que se estrena aquí hable de madres, la irresponsabilidad de algunos o el tardío darse cuenta de otros, es fácil advertir la debilidad y/o preferencia por ahondar en ellas más que en ellos.
Y son ellas las que impulsan como locomotoras el relato. Una Annette Bening que asume papeles más fuertes -recordar el de Mi familia , por la que es candidata al Oscar este año-, Naomi Watts en un rol que mezcla desfachatez, insidia, audacia y resolución en idénticas dosis, y Kerry Washington ( Ray , El último rey de Escocia ) no es que se pongan a cargo la película: es ésta la que las acompaña.
El amor interracial, el dolor, la muerte, el respeto, los prejuicios, las dificultades de la adopción y las relaciones madre e hija son como capas de una misma cebolla (no sólo por activar los lagrimales de las espectadoras) en este drama intenso, con actrices que son capaces de dar todo, y más, para conseguir su fruto.