Por algún oscuro motivo, últimamente las películas románticas destinadas a adolescentes incluyen una enfermedad grave, como para darles un dramatismo del que de otro modo carecerían. Pasó con Todo, todo, donde una chica no podía abandonar jamás su casa debido a un cuadro de inmunodepresión. Y ahora el esquema se repite en esta Amor de medianoche -remake de una producción japonesa de 2006-, con la única diferencia de que la heroína no puede salir de su casa durante el día por culpa de una rara patología dermatológica que hace que los rayos solares le resulten potencialmente mortales.
Mientras brilla sol, la chica está frente a la ventana de su habitación, esperando a su galán, que pasa por ahí todos los días a la misma hora pero ignora su existencia. Por esas vueltas del guión una noche se conocen, y así empieza este romance edulcorado. Todo irá viento en popa para Katie (Bella Torne, que también canta) y Charlie (Patrick Schwarzenegger), pero claro: habrá una espada de Damocles pendiendo sobre su amor.
La manipulación emocional a la que quieren someternos es burda. Pero además de amenazada, la relación entre estos adolescentes es tan casta que parece guionada por algún partidario de la virginidad como método de prevención del sida. Y hay que aguantar la habitual propaganda del estilo de vida de los teenagers yanquis. Este combo viene acompañado por actuaciones flojísimas: el hijo de Arnold heredó de su padre los abdominales y el histrionismo.