Un nuevo regreso a la nostalgia
Amor de Vinilo (Juliet, Naked, 2018), el último largometraje del director Jesse Peretz, es una comedia dramática que se emparenta directamente con el film Alta Fidelidad (High Fidelity, 2000) al transitar nuevamente la relación entre el amor y la melomanía y la recurrencia a la nostalgia musical, cuestiones centrales de las obras del escritor y guionista británico Nick Hornby, autor de ambas novelas. Si Alta Fidelidad buscaba en la era digital la emoción del sonido analógico, en Amor de Vinilo recurre a la nostalgia por la emotividad pasional de los cantautores del rock alternativo e independiente de la década del noventa.
La historia se sitúa a mitad de los años 2000 y se centra en el personaje de Annie (Rose Byrne), una mujer adulta inglesa encerrada en una relación desapasionada con Duncan (Chris O’Dowd), un profesor fanático de Tucker Crowe, un ficticio cantautor norteamericano que emula a músicos como Elliott Smith o Nick Drake. Cuando Duncan recibe de una disquería amiga un paquete con un demo de su músico favorito que lleva casi veinte años fuera de los escenarios sin editar ningún trabajo, el docente escribe una reseña que es bien recibida por los fans pero criticada por Annie, quien a pesar de no gustarle el disco se queda escuchándolo con gran atención. Crowe lee la reseña y el comentario de Annie y comienza una amistad a distancia por correo electrónico. Duncan por su parte se enreda con una compañera de trabajo que comparte sus gustos por las citas cultas de la década del noventa. Mientras que Annie está frustrada por desperdiciar quince años de su vida con alguien que no la aprecia y la ha engañado, Tucker intenta criar a su hijo menor en el garaje de su ex esposa y se lamenta por no haber participado de la crianza de sus hijos de distintas mujeres. El embarazo de una de sus primogénitas, Lizzie (Ayoola Smart), y la conexión con Annie impulsan al músico a viajar a Londres y más tarde a retomar su carrera truncada, cuestión que tiene un trasfondo relacionado con la incapacidad del cantautor de madurar y hacerse cargo de sus responsabilidades. Duncan representa la obsesión por la retromanía y la incapacidad de algunos coleccionistas de escapar de los fantasmas de su juventud, permaneciendo anclado en una confusa y absurda adolescencia extendida.
El guión de Evgenia Peretz, Jim Taylor y Tamara Jenkins no le hace justicia del todo a la novela de Hornby, quien ya se había destacado en el guión de Enseñanza de Vida (An Education, 2009), pero llamativamente no participó de la adaptación de su obra. Jesse Peretz, que dirigió algunos videos de bandas de la escena alternativa post grunge como Superchunk o Foo Fighters y es responsable de varios capítulos de series y algunas películas menores, aquí realiza un buen trabajo sin destacarse demasiado, poniendo el énfasis en el tono cómico, que por momentos logra sacar una sonrisa gracias a la calidez de la propuesta y las buenas actuaciones. La historia es divertida, romántica, nostálgica y simpática, pero nunca sorprende, resulta demasiado insulsa por momentos, tiende a estancarse y genera redundancias por culpa de algunos problemas narrativos, aunque no son graves ni atentan contra el relato. También hay una inclusión innecesaria de algunos personajes típicos de la adaptación de las novelas que funcionan en las obras literarias para dar un contrapunto que no logran en el film. A pesar de esto la película tiene muchos buenos momentos, interpretaciones correctas y redondea un relato coherente aunque no muy crítico sobre la típica nostalgia melómana de una época que se destaca por su anhelo del pasado, producto de la diversidad de propuestas de la actualidad y la vertiginosidad del surgimiento y la desaparición de los nichos culturales.
Amor de Vinilo es un título no apropiado, innecesario, un poco engañoso y hasta cursi para un film romántico que intenta remitir a la relación entre el amor y la música. Aun así, el opus consigue crear una buena historia con personajes entrañables con los que encariñarse gracias al respeto de todos los involucrados para con la obra Hornby, un escritor experimentado en este cuadro nostálgico que describe una patología extraña de nuestra cultura expuesta a las crisis permanentes del nuevo capitalismo.