El gran secreto del film reside en su reservado humanismo democrático. Todos los personajes tienen algún rasgo querible, incluso los secundarios, como la hermana lesbiana de la protagonista y sus candidatas o los hijos desperdigados por el mundo de Tuck. La imperfección de todos es una virtud sin subrayado, y es también la fe secular que escenifica el film, que emplea sagazmente un amplio catálogo de estereotipos para extraer de la insulsa universalidad de estos la singular característica de cualquier hombre o mujer. Este film pequeño y adorable evoca eso irrepetible que dos que se aman creen ver en el otro.